26 oct 2010

CAPITULO V

Un mes…un maravilloso mes había transcurrido desde que conoció a aquel hombre, y aunque sus heridas casi estuvieren sanadas, simplemente no deseaba dejarlo ir ¿La razón?

El estaba realmente feliz…estaba colmado de una sensación extraña que lo invadía por completo, por un sentimiento que nunca había experimentado…el de estar lleno, el de ser querido profundamente por alguien con quien no compartías un lazo sanguíneo, un sentimiento que rebasaba la línea de la admiración…este sentimiento, más bien la mezcla de varios de ellos era inexplicable para el…pero podía resumirse en una palabra.

-Entonces, desde ese momento no ha dejado de seguirme, jajaja.-El mayor acaricio al animalito con la punta de sus dedos y le ofreció a su acompañante, cargarlo.

-Es muy lindo…-Italia lo tomo en sus manos y lo acaricio cuidadosamente.

-Claro que no tanto como tu Ita-chan, jeje.-

El castaño se sonrojo y soltó una risita nerviosa, mientras acariciaba al pajarito…aun sonrojado regreso el animalito a las manos Prusianas.

-G-gracias...Por cierto, no tiene nombre ¿verdad? ¿Cual le quedaría bien?-

El castaño se subió a la cama y se sentó con las piernas cruzadas frente al hombre de cabellos blanquecinos, miro al pollito fijamente.

-Tiene que ser un nombre casi tan genial como el mío.-

Dijo el otro mientras veía igualmente atento al animalito que saltaba en las manos del peliblanco, seguramente inquieto y feliz, por el hecho de que recibiría un nombre.

-Que le parece Gillbird!-

El parajito comenzó a piar mientras aleteaba.

-Me gusta el nombre y parece que a él también.-

-Entonces será Gillbird.- Rio el menor y abrazo al pequeño animal. Gillbert hizo lo mismo y rio mientras acogía en sus brazos el delicado cuerpo de la Italia menor…Ambos disfrutaban de aquel cálido momento, el albino tomo con cuidado la barbilla del otro y lo acerco a sus labios para darle un suave beso en la frente de este. La cabeza de Italia se recostó en el pecho del hombre y se acomodo ahí con una gran sonrisa en sus labios.

-Gillbert-san, soy muy feliz.-

La palabra es amor


Algo que ellos no sabían era que un pequeño niño les había estado observando…desde la mañana, todos los días de la semana, y es que el Sacro Imperio Romano no podía estar tranquilo, por el simple hecho de que ellos estuviesen así de cercanos últimamente, no, no estaba celoso, porque si el estuviese seria una prueba de que él sentía algo extraño por Italia y no era así, a él no le gustaban los hombres…lo único de lo que se le hacía sentir incomodo era que su hermano le estaba quitando a un valioso amigo…además, Italia parecía muy feliz, no había dado ni un solo signo de que le había ignorado por una broma o por despecho, su sospecha mas bizarra estaba confirmada…Italia le había olvidado, ¿Era entonces un fantasma para él? ¿Qué paso exactamente? No estaba seguro de nada, esto lo atormentaba su pobre corazón no podía con tantas cosas a la vez…todo había pasado demasiado rápido.

La guerra, el hecho de que casi haya muerto, haber regresado junto a Italia, aquellos maravillosos días donde todo parecía perfecto, el saber que Italia era un niño como el…un sentimiento de vacio…y ahora, ¿el era un fantasma?

¿Pero por que le preocupaba? Si de todas formas el ya no quería a Italia, ya no le amaba por que era un hombre…se supone que debería estar feliz…pero ¿por que no era así?

Ya no sabía nada

Sus pies estaban punto de llevarle lejos de aquel lugar, estaba a punto de dejarlo todo, de darse por vencido…entonces sus oídos pudieron detectar unas palabras…casi susurros que provenían de aquella habitación, sus ojos se abrieron de par en par, su respiración paro de golpe, sentía como le robaban el alma ¿Por qué?

Sus piernas temblaron, mas aun así solo impulsadas por el miedo, el joven corrió hacia un refugio, cualquier lugar estaría bien.

-Aniki, ¿Por qué?-

-Austria-san.-

La muchacha entro por la puerta de la oficina y miro preocupada al hombre atrás del escritorio, este le volteo a ver con expresión tranquila, pidiendo con la mirada que le explicara la repentina interrupción.

-Yo, quería hablar con usted…- Elizabetha jugaba nerviosa con el dobladillo de su mandil.

-Bien te escucho.-

-Es sobre Ita-chan…ah estado muy, raro…se la pasa encerrado en su habitación y no le abre a nadie, comenzó a usar el pestillo de la puerta también; ya no le eh visto salir a pintar a los jardines, se lleva su comida a su habitación, ya no habla casi conmigo…-Dio un leve suspiro y dio una bocanada de aire, para darse fuerzas de seguir hablando.- También, ya no le habla al Sacro Imperio Romano…pero, no es como si le evadiera, es algo diferente, estoy preocupada…además el, también ah estado acechando de nuevo a Italia…pero no como antes…ahora pereciera que le esta espiando.

-Tranquila Elizabeth, es solo la adolescencia, no hay nada de lo que preocuparse, todo esto normal.- Con esta frase regreso a su trabajo dando la conversación por terminada. La húngara frunció el ceño, no le había convencido tanto eso, pero ya no podía hacer mas nada si Austria-san no le quería escuchar.


Sus pasos le habían llevado lo más lejos que pudo, hasta lo más profundo del bosque que rodeaba su casa, el frio era insoportable pero ya no le importaba, algo dentro del rubio había hecho boom y sentía como su cabeza daba vueltas de haber corrido tanto…pero también era efecto del shock emocional que acababa de recibir.

No quería aquello, se arrepentía de todas las cosas crueles que le dijo a Italia en ese momento, se arrepiente completamente de haberle abandonado de aquella forma.

Ahora se encontraba recargado en uno de esos muchos árboles que adornaban todo su alrededor. Su cruel mente le hizo recordar lo que escucho hacia hace unos momentos.

-Flash Back-

-Nee, eh estado pensando…-Comenzó el prusiano acariciando al pollito que Italia sostenía.-Yo ya estoy casi curado…y yo no podre estar aquí para siempre…así que…Italia…me gustaría que nos fuéramos juntos de aquí.

Este dejo a un lado al pollito y abrazo al pequeño niño junto a él; depositando un leve beso en su frente. Envolviéndole con sus brazos, el menor respondió el gesto y recargo plácidamente su cabeza en el pecho contrario con una sonrisa completa en los labios.

-Claro, llévame contigo.-

-No lo permitiré, Italia.-

 

CONTINUARA

25 oct 2010

CAPITULO IV

-¿Eh? ¿Quién eres tú?-

La pregunta dejo congelado al rubio, su mente se quedo en blanco por un momento y ninguna palaba pudo ser articulada por el por un instante.

-¿D-de que hablas Italia? Soy yo, el sacro imperio romano.-

Soltó una pequeña risa nerviosa, ahora estaba preocupado, y la verdad la mirada confundida del muchacho castaño no lo tranquilizaba para nada.

-¿Sacro Imperio Romano?...-

Pronuncio con dificultad el sirviente en un pequeño susurro, más bien como una confirmación consigo mismo y con el otro que como una pregunta, ambos estaban confundidos, cada quien por su propia situación.

-Sí, sí, Shinsei Roma…-

El rubio ni siquiera sabía porque le volvía a decir su nombre, solo presentía que algo no iba bien, estaba realmente intranquilo por la actitud del otro, aunque él no quisiera. El niño solo se le quedo viendo fijamente durante unos segundos, enseguida bajo la cabeza en una reverencia.

-lo siento! Yo no lo conozco, con su permiso…-

El joven apretando el cubo de agua con sus manos y paso apresurado salió de ese lugar temeroso. El Sacro Imperio no entendía… ¿Qué rayos había sido esa cosa? ¿Se estaría haciendo el tonto para superar el problema? Si seguramente era eso, no había nada de lo que preocuparse.

- ¡Austria-san! ¡Ya le traje el agua!-

El pequeño castaño entro por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. El mayor se sorprendió ligeramente y no pudo evitar preguntar, claro que sin ningún cambio en su voz.

-¿Estás bien, Italia?-

Feliciano se desconcertó por aquella pregunta y asintió al instante.

-Sí, estoy bien… ¿Por qué lo pregunta?-

El mayor le miro serio, sin poder comprender el por qué el cambio tan radical de su sirviente, apenas ayer estaba en una depresión de la que estaba seguro, gracias la gran cantidad de libros de psicología que había leído, el muchacho no saldría tan fácil, aun así, este estaba en ese preciso instante haciendo su labores con una infinita sonrisa, que estaba seguro, no era falsa.

-No, por nada, vuelve a trabajar.-

-¡Hai!-

Respondió enérgicamente y salió corriendo a hacer sus labores, aunque el pequeño ya se sentía algo confundido ¿algo había pasado y el no sabia? Es decir ya iban varias personas en toda la mañana que le preguntaban si se encontraba bien, que si ya no estaba triste, o que si se sentía mejor…eso era muy raro, pero claro el italiano no se iba a preocupar por ese tipo de cosas.

Desde la mañana, desde que eso había pasado, el germano comenzó a acechar a Italia, como en los viejos tiempos, claro que ahora ya no era por algún interés romántico, si no porque, estaba un tanto molesto ya que a pesar de todo el niño tenía su orgullo; después de ese pensamiento de "todo está bien, no hay que preocuparse" se puso a reflexionar, de alguna forma se sintió ignorado y evadido hiriendo su ego, así que la solución que había encontrado era el seguir sigilosamente al más pequeño para asegurarse de que este no se burlara de él a escondidas o que no se pusiese a llorar, ya que si cualquiera de las dos ocurría estaría seguro que lo de la mañana no había sido solo una broma de mal gusto planeada por el italiano.

Más no ocurrió así, el menor cumplió con cada una de sus actividades sin decir una palabra y con un humor envidiable, estaba despreocupado y fresco, tanto que parecía sospechoso, bueno desde el punto de vista del Sacro Imperio Romano así era.

Y una vez más a la rutina, dos semanas seguidas hacia lo mismo, el SIR evitaba a toda costa encontrarse de frente al niño y lo acechaba desde el alaba hasta el ocaso, aunque él no sabía muy bien porque aquella preocupación, así que lo disfrazaba con la escusa de que el menor lo había ignorado a propósito y debía descubrirlo.

Mas su búsqueda por aquella escusa fuera valida parecía en vano, realmente, no le recordaba…al parecer…por que, no lo volvió a mencionar, ni una sola vez dijo su nombre, ni siquiera refiriéndose a cualquier cosa que hubiesen hecho juntos, parecía que se hubiese borrado de su mente…pero no! Eso no era posible, así de simple era. Por eso una vez…solo una intento volverse a aparecer ante él.

-Flash Back-

-Hola Italia…-

Apareció frente a él con determinación en la mirada, si ponía su rostro serio y sus ojos demostraban autoridad, bien sabía que Italia no se atrevería a mentirle.

-Ah…Ho-hola...-

Respondió torpemente al saludo, temblando aquel muchacho le infundía miedo, le dieron ganas de salir corriendo y llorando lleno de pavor, pero la misma mirada seria del otro le impedía moverse, lo único que pudo hacer fue darle una pequeña reverencia.

-S-se le ofrece algo…Etto…g-gomen, no re cuerdo su nombre.-

Bajo su cabeza asustado de que el rubio le hiciera algo por su torpeza, unas cuantas lagrimitas se alojaron en sus ojos.

El rubio lleno de molestia lo tomo por los hombros y lo zarandeo, obligando al castaño a que lo mirase a los ojos, no se iba a ir sin respuestas, el era un hombre que buscaba un porque preciso y científico de todo y esto no era la excepción.

-¿¡Como es que no recuerdas mi nombre Italia! ¡Deja de hacerte el tonto! Sé que fui cruel, pero deja de negar que me conoces.-

-¡Yo no estoy mintiendo! Realmente no lo conozco… ¡Deje de molestarme por favor!-

Ahora las lagrimas no solo estaban nublando su visión si no que también ahora rodaban por sus mejillas, tenía miedo, el no conocía a ese muchacho, y no entendía por qué le hacía eso, el no hizo nada para ganarse el odio de nadie.

-¿¡Acaso no recuerdas! ¿No recuerdas las veces que te decía "Formemos el nuevo imperio romano" o cuando te perseguía por toda la casa, o las veces que pintamos juntos? –

El también estaba al borde del llanto, aunque más que por temor o tristeza era de impotencia; lo apretaba fuertemente de los hombros, quería que le respondiera, que le dijera que recordaba y que eso no era más que una broma, pero el otro no decía nada, solamente le miraba pidiendo que le soltara.

-Olvídalo…-

Le soltó de golpe y se fue de ahí.

-Fin del Flash Back-

Por esa misma razón no había vuelto a hablarle directamente y se había limitado a observarle buscando el mismo la respuesta a lo que ocurría.


-¡Austria-san!-

Entro corriendo a la habitación el más joven de los criados de esa casa a toda velocidad y con los ojos llorosos.

-¿Qué pasa, Italia?-

La voz de Roderich salió fastidiada, pues ya se imaginaba que la razón del llanto del menor seria alguna tontería sin importancia o una vez más esa escusa del menor para armar a escándalo, realmente ya estaba harto del problema que siempre le venía a contar "Austria-san, alguien me está siguiendo, ¡tengo miedo!" si seguramente era eso otra vez.

-¡Hay alguien herido en la puerta!-

El pequeño apretaba sus manos fuertemente contra su pecho, ahora que lo notaba sus ropas estaban manchadas de sangre.

-¿¡Que! ¿¡Quien es!-

Negó con la cabeza enseguida.

-No lo sé, pero el señor traía un pollito en la cabeza…él fue el que me llevo hasta el señor.-

-Prusia-

Dijo seco y en un instante ya había sacado su espada y se dirigía a la puerta con una mueca de molestia. Le menor se altero y tenso al ver el afilado objeto, definidamente Austria no saldría a ayudar a aquel hombre, por lo que podía ver, salía con toda la intención de herirle mas, apretó sus puños y negó con la cabeza, salió corriendo tras el dueño de aquella casa.

-Que haces aquí, Gillbert?-

Apuntándole con la espada el de cabellos oscuros amenazo al otro que con esfuerzos se mantenía de pie, pero aun en ese estado deplorable, con las ropas rasgadas, su escudo roto, las heridas sangrantes y olvidadas, el olor que lo invadía, de sudor y sangre, aun así se mantenía con aquella prepotente sonrisa.

-Eres un desconsiderado, tu podrido señorito jeje.-

Rio apenas sosteniéndose el costado al instante, causa del dolor de las heridas que le cubrían.

-Por tu estado, veo que no vienes solo a fastidiar, y déjame decirte que no pienso darte alojamiento aquí, ya estoy muy ocupado con mis cosas como para también soportarte.-

El peliplata sonrió prepotente como siempre, dejando en alto su orgullo, el no era de esas personas que se rebajaban a pedir favores, si él no quería ofrecerle ayuda por las buenas, no le iba a rogar; dándose la media vuelta se fue como si nada, aun costándole un poco de trabajo caminar. Italia le miro, se encontraba atrás de Austria, se sentía mal…aunque no conocía a ese hombre…algo le decía que era él a aquella persona que esperaba todas las noches, sentado en su cama mirando al horizonte a través del cristal de su ventana.

-Etto…Austria-san…v-voy a cambiar mi ropa.-

Susurro apenas el menor y Austria le miro asintiendo con la cabeza mientras cerraba la puerta. Con paso veloz el castaño se dirigió a su habitación, al entrar cerro con seguro y se asomo por la ventana, nadie venia, salió por esta y fue a buscar a aquel hombre.

Le encontró postrado bajo la sombra de un árbol cercano, estaba sangrando mucho, le tomo de la mano.

-Prusia-san…venga conmigo por favor, yo le cuidare.-

El hombre le sonrió y acaricio sus cabellos, le miro enternecido y se levanto con dificultad recargándose en el hombro del menor lo menos posible, pues no quería lastimarlo con su peso. Llegaron a la habitación del niño y abriendo su ventana ingreso al peliblanco con él en la habitación. Con mucho cuidado lo recostó en la cama y fue corriendo por unos vendajes a su botiquín privado.

En cuanto regreso comenzó a sanar las heridas del mayor con mucho cuidado.

-Por favor no se mueva para que pueda curarle.-

El castaño le sonrío amablemente y el prusiano le devolvió la sonrisa de la misma forma, bueno más bien lo intento.

-Tu voz suena más linda cuando no estás llorando.-

Sonrió el mayor mientras decía esto en un suspiro muy bajo, Italia lo volteo a ver algo sorprendido, pero decidió ignorar el comentario y siguió vendado su pierna, la verdad el otro estaba lleno de heridas unas más recientes que otras.

-¿Le molesta que le diga que fue lo que…?-

-La guerra, estuve en una hace poco y las batallas se realizaron en la mayoría en mi cuerpo, así que yo salí mas herido que west, no me sorprendería que el solo tuviese un par de heridas, je.-

Termino con la pierna y continúo con el brazo, lavándolo, desinfectándolo y luego vendándolo, siendo lo más cuidadoso posible pues no quería que aquello le doliera más.

-No te preocupes Ita-chan, a Ore-sama no le duele esto, no necesitas ser cuidadoso.-

Le sonrió y con la mano más sana le acaricio el cabello, el pequeño se sonrojo y asintió con la cabeza, aquellas manos era gentiles y tibias, le gustaban; con una sonrisa apenada siguió con su labor, no hablaban solo se mandaban una que otra mirada gradecida o una sonrisa. Habiendo terminado de vendarle y curarle, le dejo en la cama.

-Prusia-san, yo iré a cambiarme…yo, le buscare algo de ropa después, necesito ir a hacer mi deberes y…-

El otro formando una sonrisa le jalo un poco y le abrazo otro más, el menor se sonrojo al completo y se dejo tomar.

-No te preocupes Ita-chan, jeje y no necesitas decir Prusia-san, me siento viejo; mejor dime…mmm…Gillbert! Si dime por mi maravilloso nombre kesese.-

El castaño sonrío y asintió con la cabeza…

-Gillbert.-

Pronuncio como una prueba y sonrió ante el gesto amable del hombre junto a él, se sentía realmente cómodo en esos brazos…eran tibios, y dejando de lado el ligero olor a sangre…su aroma era de alguna forma…cálido. Se dejo abrazar un poco más y se soltó para irse a cambiar.

-Aguarde aquí y no haga mucho ruido, volveré en un rato.-

Le iba diciendo mientras se acomodaba su paño en la cabeza; listo para salir a hacer sus labores como sirviente.

-No te preocupes, Ita-chan.-

Sin más el pequeño salió de ahí…pero claro que este no se había dado cuenta de que alguien le observaba a lo lejos, desde que se dirigió a su habitación para ser mas precisos, el rubio frunció el ceño y sintió un coraje repentino, aunque no sabía realmente porque.

EPILOGO

No podía soportarlo ni un día mas… ya nada importaba en esos instantes, tenia que verlo, abrazarlo, volver a besarlo… si no lo hacia se volvería loco, tenia que tener a Zoro.

Ace aun tenia demasiado vivida aquella despedida a pesar de haber pasado casi seis meses y ya no podía soportar mas el estar lejos del peliverde… no dejaría que Zoro se siguiese sacrificando, ni siquiera por Luffy.

 

--FLASH BACK—

-He pasado tanto tiempo contigo para saber que mientes, mírame directamente a los ojos y dime que no sientes lo mismo que yo, si lo haces yo me iré y no volveré a molestarte.

Zoro suspiro, si eso era lo que Ace quería… así que miro fijamente a los ojos del joven de fuego.

-Yo… yo no…- Zoro no entendía el por que las palabras no salían fluidamente.- yo no puedo mentir… no puedo asegurar que siento lo mismo que tu, es solo que…

Ace no lo dejo terminar ya que sello sus labios con un apasionado beso. Estaba feliz, Zoro sentía algo por él, poco le importaba que ese sentimiento fuese pequeño, él estaba dispuesto a hacer hasta lo imposible por que el peliverde lo amara con la misma intensidad que él lo hacia.

Zoro correspondió al desesperado beso del joven de fuego, se sentía tan bien el estar entre sus brazos, sus labios sobre los propios, pero…

Cuando al fin se separaron Ace no quería alejarse del espadachín, así que lo tenía prisionero con un abrazo.

-Si quieres puedo hablar con Luffy.- murmuro al oído del peliverde.

-Si te atreves te matare.- dijo cortantemente al moreno y de manera brusca se separo de él.

-Pero…- no entendía el por que Zoro decía eso.

-Mi lealtad es para mi capitán y si te atreves a lastimarlo, te matare.

Zoro sabia lo mucho que había sufrido su capitán por su culpa, no le importaba que Luffy hubiese roto su corazón, él había prometido estar a su lado hasta el final, le prometió convertirlo en el rey de los piratas y él siempre cumplía sus promesas no importando el costo.

Ace seguía sin entenderlo, parecía como si Zoro le hablase en otro idioma, antes de siquiera poder pronunciar palabra alguna que lograra hacer cambiar de opinión al espadachín, se escucho un grito de Luffy que buscaba a Zoro.

El peliverde le dio la espalda al moreno en espera a que su capitán diera con ellos.

-No crees que alguien tiene que pensar en Luffy? Y como su onii-san no lo hace creo que tendré que hacerlo yo.

FIN FLASH BACK

  

En aquel momento no lo había entendido pero ahora… Zoro que ya había sacrificado su cuerpo por el bienestar de Luffy ahora sacrificaba su corazón, pero ya no mas Ace ya no lo permitiría, haría cualquier cosa para salvar a Zoro de sus propios principios.

+++ 

Desde el regreso de Kenshin-san, Robin solo observaba en silencio como este se dedicaba a aparentar, intentaba por todos los medios el cubrir lo que sentía para darle guato a capitán-san, pero esas sonrisas falsas, la rutina que ahora carecía de sentido y muchos otros detalles mas hicieron que todos se dieran cuenta del verdadero estado del peliverde.

Luffy que a pesar de ya haberlo notado intentaba seguirse engañando, intentaba pensar que Zoro en verdad lo amaba que correspondía sus sentimientos… deseaba que todas aquellas mentiras fuesen verdad, pero cada vez que esa falsa sonrisa aparecía en los labios de Zoro, el mundo de mentiras que se había creo del chico de goma se rompía en mil pedazos revelando la verdad pero Luffy no quería ver, no deseaba saber la verdad así que nuevamente construía su mundo, un mundo en donde Zoro y él se amaban.

Zoro se encontraba con una intensa fiebre producto de la pulmonía que había pescado en la última isla en la que habían desembarcado. El espadachín se encontraba en la cama durmiendo, Luffy se encontraba sentando a un lado de esta, cambiando constantemente las telas húmedas de la frente de su primer compañero en un intento de que la fiebre bajara. Robin también se encontraba ahí, sentada en una silla y aparentando que leía un libro.

-Ace…- murmuro el espadachín al momento que abría sus ojos y con esa mirada febril buscaba al joven de fuego, cuando la mirada esmeralda se poso en el chico de goma.- Ace…- volvió a murmurar confundiendo a Luffy con su nii-san en su delirio.

Luffy suspiro e intento tragarse todo que sentía en aquellos momentos, tenia unas inmensas ganas de llorar al ver como una pequeña pero autentica sonrisa aparecía en los labios de Zoro para poco después volver a perder la conciencia.

Robin vio como su capitán se ponía de pie.

-Cuida de él, yo iré a descansar un poco.- fue lo único que dijo antes de salir de aquella habitación.

La voz de capitán-san de se había escuchado rota además de que le dio la espalda, la arqueóloga sabia que el chico estaba llorando y lo mas seguro era que había ido en busca del cocinero. Por fin se había dado cuenta y lo había aceptado. Kenshin-san amaba a Ace y esa era la única verdad. Una triste sonrisa adornaba el rostro de Robin ya que ella también aceptaba el haber perdido en contra de Ace.

*** 

Era una noche sin luna, era una noche perfecta para llevar a cabo su plan.

Ace con sumo sigilo abordo la nave de su hermano y con pasos lentos e insonoros casi en su totalidad comenzó la búsqueda de Zoro. Termino encontrándolo en la habitación de las chicas, durmiendo plácidamente en la cama. No había nadie en la habitación así que se acerco a la cama y con mucho cuidado de no despertarlo tomo a Zoro entre sus brazos. Era hora de la retirada.

-Kenshin-san esta enfermo, aunque la fiebre ha bajado un esta delicado.- se escucho tras él.

Ace volteo, teniendo cara a cara a Nico Robin.

-No quiero pelear contigo así que hazte a un lado.- era la verdad pero si esta mujer se interponía en su camino él…

-Yo tampoco quiero, solo estaba explicándote la condición de Kenshin-san. Ten – dijo al momento que mostraba un frasco.- es la medicina que a estado tomando y las dosis son cada cuatro horas y la ultima la acaba de tomar hace una hora.

El joven de fuego no entendía por que ella estaba cooperando de esa manera.

-Por que lo haces?

-Por la misma razón por la que tu te lo piensas llevar.

-Comprendo y gomen…- tomo en frasco y emprendió la huida antes de que se encontrara con alguien mas.

-Si Kenshin-san esta bien, no hay razón por la cual disculparse.

La pequeña lancha surcaba los mares a gran velocidad, afortunadamente se había llevado unas mantas al momento de tomar a Zoro de aquella cama gracias a eso el peliverde estaba bien protegido del frio de la noche.

Por fin estaban juntos y esta vez nada ni nadie los separaría de nuevo y seo incluía los principios del espadachín ya que haría que Zoro lo amara de tal manera y con tal intensidad que no volviese a desear alejarse de él.

Así que aquella noche empezaría una nueva vida para ellos, tal vez no seria nada fácil, pero Ace estaba dispuesto a luchar con todas sus fuerzas por el amor y la felicidad de Zoro.

 

FIN EPILOGO

23 oct 2010

CAPITULO XIII

Los días pasaban lentamente y todos en el Merry go se veían un poco más tranquilos ya que parecía que al fin la resignación había llegado a su capitán al cual ya se le veía más animado. El más contento con la situación era el rubio cocinero ya que gracias a su empeño, dedicación cuidados y mimos para con Luffy, estaba recuperando aquella hermosa sonrisa que lo había conquistado.

Aquella tarde Sanji se encontraba en la cocina preparando un pastel que su amado capitán le había pedido y que le había exigido el ayudarlo con la preparación y por supuesto él no se había negado a obedecer. En esos momentos el pastel estaba en el horno mientras ellos esperaban.

-Oi, Sanji!- Luffy se movía de un lado para otro en su asiento.

-Mmmm?- estaba a punto de encender un cigarrillo.
-Cuanto tiempo va a tardar el pastel? Me estoy aburriendo mucho.

El rubio al escuchar la queja del moreno, dejo de lado su cigarrillo y se acerco al moreno, su mano derecha acaricio suavemente el rostro de Luffy haciéndolo sonrojar.

-Entonces hagamos algo para entretenernos.- fue lo único que dijo antes de besar al chico de goma.

Luffy al sentir aquel beso cerró los ojos dejándose llevar por la situación ya que eso era mil veces mejor a que seguir pensando en él.

Mientras tanto en el dormitorio que ambas chicas compartían, Nami y Robin se encontraba teniendo una charla de suma importancia.

-SANJI Y LUFFY! – la pelirroja en verdad estaba conmocionada.

-Hai.- respondió Robin esbozando una pequeña sonrisa.-creo que Navegante-san ha estado muy distraída últimamente como para no haberlo notado.

-Bueno… es que con lo sucedido a Zoro… yo pensé…

-Que Capitán-san estaba enamorado de Kenshin-san?
Nami solo afirmo.

-Eso también es cierto.

-NANI!!! Entonces lo que me estas diciendo es que Sanji-kun y Luffy tienen una relación, pero Luffy esta enamorado de Zoro?

-Hai.

En ese momento todo estaba claro para Nami y no podía creer que no se hubiese dado cuenta, si lo hubiese hecho tal vez habría podido evitar tantos problemas y sobre todo tanto dolor a Zoro.

-Demo… si tu lo sabias entonces por que no…

Antes de terminar la oración los gritos de Chopper y Usopp se escucharon en cubierta.

-OI CHICOS!!! - gritaron ambos al unísono.- ZORO!!! ZORO HA REGRESADO!!!

Cuando aquellas palabras llegaron a los oídos de Luffy simplemente alejo a Sanji de él y salió lo más rápido que pudo de la cocina. Entonces lo vio, ahí en cubierta se encontraba Zoro, su primer compañero, el hombre que amaba con todo su corazón.

Las lágrimas no se hicieron esperar y ahora corrían libremente por el rostro de Luffy que sin pensarlo mas se lanzo hacia el peliverde.

-Zoro… volviste… en verdad volviste… te extrañe tanto.- decía entre sollozos al momento que se aferraba al cuerpo del espadachín y ocultando su rostro en el pecho de este.

Luffy no quería soltar a Zoro, sentía que si lo hacia este desaparecería, no le importaba si el peliverde volvía a ponerse violento, no le importaba nada, solo que él no dejaría que Zoro se volviese a ir.

Todos los ahí presentes esperaron con bastante preocupación la reacción de Zoro, pero al ver que este abrazaba a Luffy en un intento de consolarlo, la tensión desapareció.

-Gomen nasai por haberlo preocupado tanto mi capitán.- su tono de voz fue tan suave.

-No… perdóname tu a mi…- dijo encarándolo frente a frente.- Yo estaba ahí… yo tenia que haber hecho algo, yo debí…

-No te preocupes ahora ya todo esta bien.

Luffy ahora mas tranquilo solo sonrió al espadachín.

Sanji observaba la escena con total desagrado “Maldito marimo” pensó una y otra vez mientras intentaba evitar que un par de lagrimas brotaran de sus ojos, pero él no era el único que se sentía mal ya que Ace no podía evitar el sentir celos de su pequeño hermano, pero debía mantenerse en calma.

-Zoro tienes hambre? Quieres comer? Sanji y yo estamos haciendo un pastel.

“Sanji y yo” con tantas cosas que le habían sucedido simplemente lo había olvidado, pero de manera extraña ahora su pecho ya no dolía, ya ni siquiera le molestaba este hecho.

-Por que no.

Ace se quedo sin palabras, no podía creer que el espadachín respondiese de manera tan tranquila. El había esperado una reacción totalmente distinta, incluso se había preparado para calmar al espadachín y si era necesario consolarlo, pero nada de eso sucedió.

Robin observaba en silencio como la decepción se reflejaba en el rostro del Joven de fuego, al parecer lo que menos ella hubiese deseado… sucedió.

Todos caminaban rumbo a la cocina, Chopper y Usopp le contaban al espadachín lo que había sucedido en su ausencia, Nami y Robin solo miraban divertidas como el mentiroso agregaba cosas sin sentido que nunca pasaron, pero los decía de tal modo que el renito termino por creérselas a pesar de que él había estado presente, esto sin duda había arrebatado una gran sonrisa del peliverde.

Luffy noto que su nii-san no se había movido de su lugar, tal vez Ace tenía pensado el marcharse. El chico de goma se acerco a su nii-san, no solo para impedir que se fuera, sino también para agradecerle todo lo que había hecho por Zoro. Ace había cuidado de él y Luffy se sentía culpable de haber pensado tantas cosas malas de su nii-san.

Una batalla se llevaba a cabo dentro del joven de fuego, una parte de él quería irse… quería huir, pero la otra deseaba quedarse, hablar con Luffy y confesarle lo que sentía por Zoro y de igual manera hacérselo saber al espadachín. Ace salió de sus pensamientos y noto que Luffy estaba justo enfrente de él y antes de que palabra alguna brotara de sus labios su pequeño hermano comenzó a hablar.

-Gomen nasai…

-Eh?

-Es que yo había estado pensando tantas cosas malas de ti que…- Luffy no podía decirle que incluso lo había llegado a odiar. –pero yo estaba equivocado tu solo cuidabas de Zoro y por eso te estoy muy agradecido, por ayudarlo y traerlo de vuelta sano y salvo.

Ace no sabia que decir, después de escuchar las palabras del menor ya no podía decirle nada sobre lo que sentía por Zoro.

-Ah… no fue nada.

-Ven, esto hay que celebrarlo.- dijo el chico de goma con una gras sonrisa.

Después de una larga celebración, Luffy, Chopper y Usopp, yacían en el suelo de la cocina roncando ruidosamente, las chicas se había ido a su habitación a dormir y Sanji a pesar del sueño que sentía estaba limpiando el desastre del lugar.

La luna estaba en lo alto del firmamento y su tenue fulgor iluminaba tanto el mar como al Merry go. Zoro y Ace se encontraban en la popa de la pequeña embarcación. El espadachín sabia el por que Ace quería hablar con él y estaba preparado, todo el camino de regreso había estado pensando en como lo haría así que…

-Ai shiteru Zoro.- pronuncio suavemente Ace al momento que abrazaba al peliverde.

El corazón de Zoro dio un vuelco y en su estomago se hizo un nudo.

-Que demonios estas diciendo?- hizo que el moreno se separara de él.- nosotros solo somos…

-Mentira! No podemos ser solo amigos… después de todo lo que pasamos… no puedo aceptarlo.- se escuchaba desesperado.

-Pues tendrás que hacerlo.- a pesar que su tono de voz era cortante su mirada no estaba fija en Ace.

-He pasado tanto tiempo contigo para saber que mientes, mírame directamente a los ojos y dime que no sientes lo mismo que yo, si lo haces yo me iré y no volveré a molestarte.

Zoro suspiro, si eso era lo que Ace quería… así que miro fijamente a los ojos del joven de fuego.

-Yo…

Mientras tanto en la cocina Luffy despertó, tenía hambre (nuevamente) así que froto sus ojos dándose cuenta que aun estaba en la cocina, a su lado se encontraba el doctor y el mentiroso.

-Tienes hambre?- pregunto suavemente Sanji.

-Hai.- contesto al momento que se levantaba.

Luffy bostezo, aun tenia sueño pero también tenia hambre. Entonces recordó a su primer compañero.

-Donde esta Zoro?- el sueño ya se había disipado al igual que su hambre.

-A fuera con Ace.- gruño el rubio de muy mala manera.
Luffy salió en busca de Zoro.

-OI ZORO!!!- grito el chico de goma al salir de la cocina.

Al no verlo en la proa de la nave nuevamente aquel sentimiento de perdida se hizo presente así que comenzó a buscarlo al momento que la desesperación estaba haciendo presa de él. Entonces los encontró en la parte trasera de Merry. Zoro estaba frente a él mientras que Ace estaba de espaldas.

-Que sucede Luffy?

-Yo… eto… te estaba buscando… y…

Ace sin voltear subió a la barandilla y salto cayendo directamente en su lancha. Tenia que alejarse de aquella embarcación, de su pequeño hermano y sobre todo de Zoro, tenía que hacerlo lo más rápido posible o él terminaría haciendo una locura. Eso era lo único que ocupaba la mente de Ace al instante que un par de lagrimas surcaban su rostro.

Luffy miraba confundido el como su nii-san se alejaba no entendiendo la razón del por que ni siquiera se había despedido de él.

Zoro solo dio una rápida mirada a la lancha que ya se encontraba muy lejos de ellos. Eso había sido lo mejor ya que él nunca rompería ninguna de sus promesas, por eso estaba con su capitán, su lealtad hacia Monkey D. Luffy era incuestionable y se lo había demostrado a Ace , tal vez se arrepentiría de su decisión pero no daría un paso atrás, seguiría adelante hasta las ultimas consecuencias. Todo lo haría por su capitán.




FIN

 en un principio tenia la idea de dejas hasta aquí este fic, pero después de algunas quejas , tome la decisión de hacer un pequeño epilogo con el cual le diera gusto a las lectoras.

CAPITULO XII

Ace se revolvió en la cama, no quería levantarse a pesar de que el sol ya alumbraba toda la habitación, así que tanteo a ciegas la cama, en busca del cuerpo del peliverde mas al no encontrarlo se levanto rápidamente y comenzó a buscarlo con la mirada por toda la habitación, percatándose que un ventanal estaba abierto de par en par.

El joven de fuego se alejo de la cama rumbo al ventanal en donde se asomo viendo un enorme balcón donde había una mesa redonda hecha de metal repleta de comida, con cinco sillas en total cuatro alrededor y una mas alejada de la mesa y cerca del barandal. Ahí se encontraba Zoro sentado, bebiendo de una botella de vino y observando el jardín que había mas abajo o por lo menos eso creía Ace.

El espadachín se encontraba pensando en lo que Sei le había comentado al momento de dejarle la comida.

“Solo tendrás una oportunidad para atacar y en tu corazón no debe haber duda o temor, ya que eso puede influir entre la victoria o la derrota.”

Solo una oportunidad…

Claro, eso era más que suficiente para él, pero lo que en verdad le preocupaba era lo que sentía en su corazón y no precisamente por causa de enfrentarse contra aquel demonio, sino por saber que era lo que sentía ahora por Ace pero…

-Ohaiyo!

Al escuchar la voz del moreno un pequeño escalofrío recorrió el cuerpo del peliverde revolviendo todo ese mar de sentimientos que tenía por dentro pero que con un gran esfuerzo de su fuerza de voluntad logro controlar.

-Ya casi es medio día.- contesto con un tono de voz monocorde al momento que volteaba a verlo.

En ese momento se dio cuenta de que el joven de fuego estaba totalmente desnudo. Un profundo rojo se apodero del rostro del espadachín y al parecer toda esa fuerza de voluntad se había ido a la basura.

-Po... por que… no te vistes…

Ace sonrió con ternura al ver la reacción del espadachín.

-Por que?- hizo un pequeño mohín.- si ayer parecía no molestarte.- agrego meloso.

Ante aquellas palabras la calma regreso a Zoro.

-Arigato… por ayudarme.

-Eh?

-Se que no debió ser nada fácil, por esa razón te estoy sumamente agradecido y en deuda contigo. Tú eres un gran amigo.

“Eres un gran amigo” la frase se repetía una y ora vez dentro de la mente del moreno al momento que su corazón parecía romperse como si de un cristal se tratase. Sus ojos quedaron cubiertos por su cabello y en sus labios apareció una falsa sonrisa.

-No hay nada que agradecer, para eso son los amigos.- y sin mas dio media vuelta y regreso a la habitación.

Un pequeño pero agudo dolor en el pecho comenzó a incomodar al espadachín pero no se retractaría ya que era lo mejor para todos.

Mientras tanto Ace intentaba convencerse a si mismo de que él y Zoro solo eran amigos y eso era lo único que podía haber entre ellos… pero…

MENTIRA!!!

El amaba a Zoro con todo su ser, deseaba protegerlo de todos y de todo, quería volver a tocar aquella bronceada y calurosa piel, perderse en su mirada esmeralda nublada por la pasión, volver a escuchar aquel melodioso pero sin dejar de ser lascivo tono de voz, en verdad moría en deseos por volver a poseerlo y estar por siempre a su lado.

Después de tal explosión de sentimientos Ace regreso a su realidad en donde solo era un amigo mas para el peliverde y que como tal debía actuar.

*** 

El momento había llegado, así que Sei solo esperaba a que Lina-chan llegase con ambos jóvenes. Volvió a observa por ultima vez el lugar que había construido hace ya tanto tiempo atrás, este lugar se convertiría en su tumba.

Era una fortaleza de solida roca que el paso de los años no había podido siquiera el marcarla, tenia el espacio suficiente para la batalla que se aproximaba, solo tenia una entrada y la puerta estaba hecha con una mescla de acero y kairouseki, el interior era reinaba la oscuridad, pero esta era sometida por mas de una docena de antorchas.

El sonido de suaves golpes en la puerta llegó a sus oídos rompiendo el silencio. Por fin la espera había terminado. La puerta se abrió lentamente dando paso a la rubia seguida por sus invitados.

-Sei-sama, aquí están…

-Arigato Lina-chan.- la interrumpió.- solo te pediré un ultimo favor, cuando todo esto termine por favor ayúdalos a salir de la isla.

-Si eso es lo que Sei-sama desea, lo hare .- por muy triste que se sintiese por el destino de su señor, él confiaba plenamente en ella, así que no podía defraudarlo.- Con su permiso.- dijo al momento que hacia una reverencia y salía del lugar.

Una vez solos, Sei con una pequeña reverencia saludo a ambos jóvenes.

-Roronoa-san lamento mucho todo lo que le he obligado a pasar, pero este era en único método que tenia para enfrentar a Adier y salvar a mi pueblo, yo en verdad lo…- sus cabellos comenzaron a clarear al momento que marcas rojas aparecieron en su rostro.

Adier no dejo terminar a su contraparte, quería terminar con todo esto lo mas rápido posible.

Ace miraba sin poder creerlo como el cuerpo de Sei se transformaba y Zoro por fin veía la oportunidad de vengarse, haría pagar a ese demonio tolo lo que le había hecho.

Una escalofriante risa surgió del demonio al momento que se deshacía de la mayor parte de las ropas de Sei ya que para él eran demasiado chicas.

-Te mostrare que nada puede vencerme, matare y devorare a tu última esperanza.

Adier con una impresionante velocidad se abalanzo hacia el espadachín dispuesto a acabar con él de un solo golpe, pero Ace se interpuso bloqueando el ataque e invocado a sus flamas las cuales se levantaron furiosas y cubrieron el cuerpo del demonio. Adier sabía que ese sujeto seria una molestia, a pesar de que su cuerpo se encontraba encendido con un solo movimiento las llamas se apagaron y él se mantenía ileso, primero se encargaría del estorbo. En sus muñecas lucia un par de brazaletes así que se los comenzó a quitar al momento que nuevamente iba al ataque en contra del peliverde, pero como la vez anterior Ace se interpuso ya que este no permitiría que ese maldito volviese a ponerle un dedo encima a Zoro, el se lo había prometido y no rompería su promesa de protegerlo.

Adier proveyendo los movimientos del moreno esquivó fácilmente el contraataque al momento que lograba ponerle los brazaletes al joven de fuego.

-Que demonios?- Ace vio desaparecer sus flamas al igual que sus fuerzas.- kairouseki…

-Acaso creíste que no estaría preparado?

El demonio hizo crecer un poco mas sus garras, pensaba en partir en dos a ese estorbo pero antes de poder hacer algo el ataque por parte de Zoro llego. Abundante sangre broto de la herida al momento que el cuerpo de Adier caía al piso.

Olvidando el cuerpo del demonio Zoro se acerco a Ace para quitarle aquellos brazaletes, estaba en eso cuando el moreno se percato de que Adier se había levantado sin herida alguna, intento advertir al espadachín o recibir el ataque, pero este fue aun mas rápido que los anteriores, era demasiado tarde.

Zoro sintió un fuerte golpe en uno de sus costados, el cual termino lanzándolo directamente hacia la pared.

-Shimatta!- se maldijo a si mismo Ace ya que por los estúpidos brazaletes de kairouseki puro ya ni siquiera podía moverse.

Adier miro con desprecio a ambos jóvenes que no eran rivales dignos para él, el mocoso se había equivocado al elegir al peliverde y poner todas sus esperanzas en él. Con paso lento se acerco a Zoro el cual estaba prácticamente incrustado en la pared.

-Fue mas divertido el tenerte en la cama a que pelear contigo.

Al escuchar esto la sangre de Ace hirvió haciendo estallar todo el odio que tenia dentro de su ser, así que logro moverse y envistió al demonio alejándolo de Zoro.

-Maldito bastardo!- golpeaba una y otra vez a Adier con todas las fuerzas que podía usar.

El demonio lo dejo hacer, ya que esperaba alguna otra acción sorprendente por parte del moreno, pero como esta nunca llego así que con un solo golpe lo mando a volar.

Zoro había logrado desprenderse de la pared. En verdad no había hecho gran cosa en contra del demonio ya que esperaba el momento indicado para verdaderamente poder atacar.

“Adier” el aludido se quedo estático al escuchar aquella voz en su cabeza.

-Que demonios quieres?

“Recuerdas la promesa que me hiciste?”

-Claro, pero nunca debiste de confiar en mi palabra.

“Lo se, pero aun así hare que la cumplas.”

El demonio sintió como gran parte de su poder le era arrebatado, lo cual hizo que sus cabellos volvieran hacer negros y que las marcas de su cuerpo desaparecieran, pero conservando su mirada rubí.

Esa fue la señal que Zoro estaba esperando. Un ataque fue más que suficiente para producir una nueva herida pero que esta vez no sanaría.

-Sei… regrésame mis poderes… o acaso quieres morir en… en este asqueroso lugar…

“Mi nombre no es Sei, yo solo soy un desamparado niño sin nombre. Sei fue el nombre de mi padre y que abandonó a mi madre y a mi, pero yo no dejare que tu me abandones también.”

Adier lo maldijo, necesitaba recuperar sus poderes y regenerar su cuerpo ya que si no lo hacia él moriría como un simple humano.

Mientras que el demonio tenía una batalla interna con su anfitrión, Zoro por fin pudo quitarle los brazaletes a Ace.

-Daijoubu ka?- el espadachín estaba algo preocupado.

-Hai.- contesto al momento que invocaba su fuego, ahora era el momento de acabar con aquel bastardo.

El fin para Adier llego a manos del joven de fuego y ahora ambos jóvenes veían como el cuerpo tanto de Sei como de Adier se volvía cenizas.

Estaban a punto de marcharse cuando…

-Arigato.- se escucho una vocecilla tras ellos.

Ambos voltearon y vieron a un pequeño y semi-transparente de negros cabellos y mirada celeste de no mas de 10 años, lucia un sencillo atuendo blanco.

-Tu eres Sei?- pregunto Zoro a lo que el pequeño negó.

-Ya no lo soy y todo gracias a Roronoa-san. De ahora en adelante seré el guardián de Adier ya que él solo estará esperando a un pobre y desesperado humano que pueda engañar y tomar su cuerpo, pero yo no lo permitiré no volverá a suceder lo mismo que paso conmigo. Sayonara y gomen nasai por las molestias.- al termino de estas palabras el pequeño desapareció.

Cuando salieron de aquel lugar vieron a la pobre doncella hecha un mar de lágrimas, pero cuando esta se dio cuenta de la presencia de ambos jóvenes intento calmarse, así que aun con lágrimas en los ojos se dispuso a cumplir la última orden de su querido señor.

 

 

CONTINUARA…

21 oct 2010

Capitulo IV

:::Hace 10 años atrás:::
 

A sus recién cumplidos 9 años, Ace ya sabia que era lo que seria de grande… el seria un gran cazador de vampiros como lo era su abuelo, el seguiría el oficio familiar del clan D, no por que estuviese deseoso de ser como su abuelo, sino por que deseaba que su pequeño hermano quedara libre de tal responsabilidad. Ace a pesar de ser joven comprendía perfectamente su situación, los pros y los contras, sabia que el ser un cazador solo auguraba un camino lleno de oscuridad y sangre, por esa razón deseaba que Luffy se librara de aquel destino y si lograba que su abuelo volcara toda su atención en el y relegara a Luffy a segundo plano, él estaría mas que satisfecho.


Los cerezos en flor estaban en todo su esplendor cuando Monkey D Grap llego a la mansión, pero no lo hizo solo ya que consigo traía a un niño de verdes cabellos. Ante la vista Ace ese niño se veía sumamente delicado para su gusto, como si con solo tocarlo fuese a romperse en miles de pedazos.


-Ace, él es Roronoa Zoro y de ahora en adelante vivirá con nosotros.


Escucho a medias las palabras de su abuelo, pero la mayor parte de su atención estaba enfocada en el peliverde, el cual no mostraba expresión alguna y tenía su verde mirada opaca y pérdida. Ace frunció en seño molesto por la falta de expresión, no entendiendo lo que pasaba con ese niño.


El mayor al ver la expresión de su nieto decidió explicar lo sucedido antes de que Ace hiciera algo que dañara mas el pobre alma de Roronoa-chan, que desde que había salido del hospital tenia aquella expresión, aunque no era para menos… no después de lo que había pasado y lo que menos necesitaba ese niño era que su nieto lo molestara.


-Quiero que lo trates bien y lo cuides.- dijo con voz autoritaria.


-Por que tengo que hacerlo.- reclamo en pequeño y pecoso moreno viendo hacia arriba directamente a los ojos de su abuelo.


-Por que acaba de salir del hospital y por que ha perdido a su familia a causa de un…- pensó un momento en si decir la verdad con el peliverde presente.- a causa de un accidente.


El pequeño moreno, no era un tonto, había entendido lo que su abuelo quería decir, ese niño había perdido a su familia a causa de un vampiro, por que otra razón el abuelo lo traería a casa. Así que su mirada paso del mayor al niño, el cual seguía sin dar signos de haber escuchado o percibido algo, lo tomo de la mano.
-Vamos, te presentare a Luffy.- dijo ya mas tranquilo.


El peliverde solo camino casi por inercia, siendo guiado por Ace. Grap miro como ambos niños se dirigían al jardín trasero de la mansión y una grata sonrisa apareció en sus labios ya que ahora sentía que había elegido bien a su sucesor como cazador, Ace tenía increíbles habilidades y ahora también sabía que tenía un bondadoso corazón a pesar de su corta edad.


Desde ese día Ace no solo tenia que cuidar de Luffy y entrenar, sino que también tenia que velar de cierta manera por la seguridad de Roronoa, él cual ya había demostrado su frágil condición, pasando mas tiempo en cama y con los médicos que haciendo lo que todo niño de su edad haría.


No fue hasta que un día de verano, Luffy había obtenido el permiso para ir a una fiesta de piscina que llevaría acabo Nefertari Vivi y que el abuelo había aceptado el llevarlo, ese día Ace se quedo entrenando en el jardín ya que las fiestas de niños en verdad lo aburrían.


Saltaba, corría, hacia marometas y muchos otros movimientos ya que su abuelo decía que la velocidad y la agilidad era el 80% de un buen cazador y fue justo en el momento que caía sobre el césped provocándose un par de rasguños en las piernas y manos debido a un mal aterrizaje después de un salto; que noto la presencia del peliverde que se encontraba a unos metros de él, observando detenidamente lo que hacia.


-Ya te sientes mejor?- pregunto el moreno, mientras se levantaba y sacudía un poco su uniforme de entrenamiento.


-…- solo obtuvo el silencio del peliverde, pero ahora esos ojos esmeraldas estaban totalmente centrados en un rasguño de la mano derecha del futuro cazador, en el cual ya se veía que brotaba una pequeña gota carmesí.
-No te preocupes, yo estoy bien y esto no es nada.- dijo al notar lo que Roronoa veía.


A pesar de aquellas palabras el pequeño peliverde tomo la mano del mayor y simplemente lamio la pequeña herida.


-Pero que haces?- dijo Ace al momento que alejaba su mano del otro niño bastante sorprendido por la acción.


-Mama…- murmuro muy bajo al grado que a Ace le costo mucho trabajo escuchar. –Mama dejaba que lo hiciera cuando ella se lastimaba…- comento mientras que por primera vez cuestionaba su acción, ya que aunque para el era normal hacerlo… tal vez estaba mal, pero entonces por que su madre lo dejaba hacerlo?


El moreno solo suspiro, después de esas palabras ahora ya ni siquiera podía enojarse con él.


-Comprendo, por mi no habrá problema en que lo hagas pero si lo haces con alguien mas ten por seguro que esa persona podría disgustarse.


Roronoa solo bajo la mirada, sintiéndose un poco mal y reprendiéndose a si mismo el haber cometido aquella falta.


-Gomen nasai…- volvió a murmurar casi al borde de las lagrimas.


Al ver esa reacción del otro Ace ahora se sentía un bicho ya que no había querido de ninguna manera lastimar con sus palabras al peliverde.


-No llores…- ahora que haría? –Ya te dije que a mi no me molesta que lo hagas conmigo… mejor por que no me ayudas a entrenar?.- era lo único que se le había ocurrido para distraer al otro.


-Yo? – pregunto con sorpresa al momento que su mirada se encontraba con la del moreno. –Pero yo solo seré una molestia…- su condición no le permitiría hacer mucho.


-Eso lo decidiré yo.- comento Ace mientras jalaba de un brazo a Roronoa y lo llevaba al dojo de la mansión. Una vez ahí Ace se planto frente al peliverde. –Golpéame.- simplemente ordeno.


-Pero…- no quería hacerlo.


-Vamos solo hazlo.- dijo con confianza.


El otro simplemente asintió y al momento de que su puño se dirigía al rostro del moreno, simplemente cerró los ojos. Los ojos de Ace vieron el puño como en cámara lenta, claro estaba acostumbrado a los ataques de su abuelo que simplemente no podía verlos, pero en este caso a Roronoa le faltaba mucha velocidad, incluso Luffy era mas veloz que él, pero en el momento en que el puño choco con su mejilla, casi fue derribado por la contundencia del puñetazo.


Cuando Zoro abrió los ojos sintiendo el dolor en sus nudillos, se encontró con la imagen del moreno luciendo el golpe en su mejilla que tal vez se pondría morado y con un hilillo de sangre corriendo por la comisura de sus labios.


-Eres fuerte, pero lento.- comento con una sonrisa. –Solo espero que el ser mi compañero de combate, no empeore tu enfermedad.- agrego algo más serio.


A pesar de haber escuchado, comprendido y alegrarse por aquel cumplido, su mirada estaba totalmente centrada en aquella línea roja.


-Te lastime?- dijo algo incrédulo.


Para Ace fue como si pudiese leer el pensamiento de Roronoa en el momento que este comenzó a acercarse a él, ante lo cual se exalto un poco pero le había dado permiso de hacerlo hace escasamente unos minutos atrás así que ya no podía negarse. Sintió de manera sutil la lengua del otro por su barbilla y casi sus labios, ante aquel contacto su corazón comenzó a latir rápidamente y sus mejillas se tornaron en un furioso rojo, al grado que incluso sus orejas habían tomado ese color.


-Listo.- dijo el peliverde al separarse del otro mientras mostraba una gran sonrisa.


Ace aparto la mirada y tosió un poco.


-Bien, entonces de ahora en adelante me ayudaras a entrenar, pero ese será nuestro secreto, por que si Jii-san se entera de esto seguro recibiré un castigo, lo entiendes Roronoa?


Eso era mas que obvio ya que no estaba nada bien el usar a un frágil chico, con mucha fuerza pero aun así frágil en salud como Roronoa para entrenar.


-Zoro…


-Nani?


-Que me llames Zoro.- pidió el peliverde.


-Bien, entonces comprendes Zoro?


-Hai.- contesto sintiéndose contento ya que era la primera vez que alguien lo trataba así, como si fuese un niño normal.


Después de aquel suceso Ace y Zoro se volvieron bastante cercanos, al grado incluso de que el moreno dejaba sus entrenamientos de lado para acompañar a Zoro a sus visitas al medico, en donde el doctor comenzó a suministrarle unas pastillas con las cuales la salud del peliverde mejoro en sobremanera.


Aquella noche de otoño, Ace no podía dormir, así que se levanto de la cama y salió de su habitación, tal vez podría despertar a Zoro para jugar un poco, pero al llegar y escabullirse a la habitación de este, noto que Zoro no se encontraba, en ese instante una abrumadora preocupación se apodero de él y comenzó rápidamente a buscar a su amigo por toda la mansión, aunque intentando hacer el menor ruido posible.


Busco por todos lados y no fue hasta llegar a un salón en la parte alta de la mansión que se usaba como bodega y ahí fue donde lo encontró sentado delante de un viejo piano, tocando las teclas pero ningún sonido salía del instrumento, ante lo cual el peliverde soltó un suspiro de decepción.


Zoro extrañaba a sus padres y lo único que le gustaría en esos momentos era el tocar el piano como lo hacia con ellos, pero estando ahora en un hogar muy distinto al suyo, no se atrevía a pedir nada, por que era mas que suficiente que Grap-san se hiciese cargo de él.


Ace sin hacer ruido alguno regreso a su habitación, de alguna manera se había sentido desplazado y le había desagradado completamente aquel sentimiento, así que haría algo para que volviese a pasar.


Zoro despertó aquel día sintiéndose algo triste, ya que noche tras noche iba a esa habitación y tocaba aquel viejo piano, el cual le dejaba un sentimiento de soledad. En esos últimos días Ace había estado exigiendo que entrenara con él y que aprendiera kendo y él no podía negarse a las peticiones del moreno ya que de cierta manera le agradaba el pasar tiempo con él… no sabia bien la razón, pero había algo en él que le atraía, aunque para un niño de su edad se podría decir que solo se trataba de una gran amistad y casi hermandad, pero ese día en especial, Ace parecía estarlo evitando ya que se había dedicado a entrenar él solo, después del colegio… acaso había hecho algo malo? Había hecho alguna acción que molestara a Ace?


Cuando la noche llego Zoro había entrado en una total depresión, a pesar de que Luffy había pasado todo el día con él, el menor de los D no había logrado el animar al peliverde. En el momento en que Luffy se fue a su habitación y las luces de la mansión se apagaron, ya no soportándolo mas Zoro rompió en llanto sobre la enorme cama.


La puerta de la habitación se abrió a lo que Zoro intento ocultar sus lágrimas de quien fuera quien hubiese entrado.
-Zoro…- se escucho en un murmullo –Estas dormido?


Al escuchar aquella voz de un salto se levanto de la cama al momento que secaba las lágrimas con la manga de su pijama.


-Ace que…- no termino de formular su pregunta ya que en ese instante el moreno se acerco a él tomándolo del brazo y casi arrestándolo fuera de su habitación y llevándolo a la propia. Al entrar a la habitación de Ace, los ojos esmeraldas de abrieron en sorpresa a lo que veían, ahí justo frente a la cama se encontraba un reluciente piano negro de cola, se habían tenido que mover y/o retirar algunos muebles para que el piano concordara con el estilo de la habitación.


-Ahora puedes tocar para mi?- pregunto Ace sin poder ver a Zoro.


Una afirmación y un gran abrazo fue lo que recibió el pecoso, haciendo que un notorio sonrojo tomara por sorpresa su rostro.


La melodía que brotaba del piano comenzó a llenar por completo el ambiente, los pequeños dedos se movían de manera ágil por las teclas; Zoro tenía los ojos cerrados disfrutando de esa manera el volver a escuchar las notas provenientes del piano y evocando de alguna manera el recuerdo de su familia.


Ace miraba con total embeleso al peliverde, totalmente perdido en la melodía que con increíble perfección tocaba, él era increíble… en verdad había valido la pena la rabieta que le había hecho a su abuelo para que este le comprara un piano, había valido completamente el regaño y castigo que había recibido, en verdad todo había valido la pena ya que gracias a eso podía presenciar tal espectáculo y también Zoro no lo volvería a desplazar ya que el piano estaba en su habitación y para poder tocarlo era mas que obvio que tendría que hacerlo con su presencia; tal vez era algo egoísta su actitud pero no podía evitarlo… no cuando se trataba de Zoro.


El tiempo siguió su curso y rápidamente la navidad llego y con ello apareció en Zoro una aversión enfermiza por las fiestas decembrinas que lo acompañaría por el resto de su vida, pero aquella primera navidad en la mansión de los D hubiera sido insoportable si Ace no hubiera estado a su lado, ambos literalmente encerrados es el ático de la mansión donde el sonido de los villancicos no llegaba, donde los colores navideños jamás se verían, donde la mismísima navidad nunca entraría.


Gracias a Luffy tenían que comer y beber, aunque solo fueran bollos y agua, por que a pesar de las amenazas de su abuelo y el futuro castigo Ace no saldría de ahí sin Zoro.


-Si quieres irte, puedes hacerlo… yo… yo estaré bien…- murmuraba Zoro que se encontraba sentado en un rincón de la habitación.


-Jii-chan dice que si no bajo, santa no me traerá ningún regalo.- comento mientras se sentaba a un lado del peliverde. -pero yo solo quiero estar junto a Zoro-chan…- confeso con una sonrisa en los labios.


Por extraño que le pareciera a Zoro, algo dentro de él dejo de doler, se sentía triste, extrañaba a su familia, pero ya no se sentía solo, si Ace estaba a su lado jamás volvería a sentirse solo.


Un fuerte abrazo y un gracias murmurado fue lo que recibió Ace por sus palabras, aunque aun no hubiese terminado por completo.


-Yo solo quiero estar por Zoro, por que Zoro me gusta…- esta vez el sonrojo apareció en sus mejillas, pero a pesar de eso tomo el rostro del peliverde y beso esos labios de una infantil y casta forma.


-A mi también me gusta Ace.- contesto Zoro al separase un poco del moreno.


Siempre hay una primera vez para todo, el primer beso, el primer amor, la primera cita y la primera vez que le romperían el corazón, todas y cada una de ellas Zoro se las dio a Ace, aunque la ultima fue mas culpa de Grap-san que del moreno.


Justo cuando Ace cumplía los 12 años, Monkey D Grap hacia el anuncio del compromiso de su nieto con Nico Robin la ultima descendiente del clan Nico.


Para Ace aquel comunicado lo había regresado a la realidad en la que vivía, era un futuro cazador y como tal su destino ya estaba sellado; pero aquella noticia fue más de lo que Zoro pudo soportar al grado que entro en una profunda depresión.


El peliverde se preguntaba una y otra vez por que sucedía esto, por que después de imaginar una vida junto a Ace, ahora sus sueños y deseos se desvanecían en la nada. La perdida de su familia había dejado de doler hace algún tiempo, incluso habían momentos en que él olvidaba completamente que solo era un invitado en el hogar de los D y Ace era el culpable de ello, pero ahora el dolor y el sentimiento de perdida eran tan grandes e insoportables que lo único que se deseaba era huir de aquel lugar.


Ace no sabia que hacer, ya había intentado por todos los medios el hacer desistir a su abuelo de aquel compromiso, aunque claro, todas sus tácticas y argumentos no habían servido de nada ante la férrea convicción del mayor. Ante esto Ace que tomo una importante decisión.


Desde el día en que la noticia fue dada, Zoro había estado evitando completamente a Ace y por muchos deseos que tuviera de ahogar su dolor entre las melodiosas notas del piano, se abstenía de siquiera acercarse a la habitación del moreno y ya casi cumpliría un mes.


Justo esa noche con la luna en lo mas alto del firmamento nocturno, la mansión del clan D se encontraba en total silencio, la mayoría de sus habitantes dormían, pero él no… Zoro no podía dormir, apenas cerraba los ojos y las pesadillas venían a él… todo era rojo como la sangre misma, no quería ver aquellas visiones de cuerpos diseminados a su alrededor, no quería ver entre ellos los rostros de sus padres. Oculto bajo las mantas se repetía una y otra vez que solo se trataba de un sueño, que no era real y fue en ese momento que sintió el ligero movimiento de la cama ajeno a su propio cuerpo, el terror producto de sus sueños tomo mas fuerza al grado que sentía que de un momento su frágil corazón sucumbiría ante tal sentimiento.


-Zoro…- un murmullo llego a él reconociendo al instante aquella voz, así que olvidando absolutamente todo, se levanto de golpe para terminar aferrándose a ese cuerpo como si su vida dependiese de ello.


-Ace, tengo miedo… no me dejes…-suplico mientras ríos de lagrimas ya surcaban su rostro.


-Nuevamente has tenido esa pesadilla.- comento el chico pecoso que correspondía el desesperado abrazo del peliverde.


Ace ya se temía algo así, Zoro sufría de pesadillas, no eran muy frecuentes, pero cuando las tenia un terror en extremo anormal tomaba por completo la razón de Zoro, por eso Ace cada vez que podía salía de su habitación e iba directamente a dormir con Zoro, solamente así el chico peliverde podía tener un completo descanso.


-Zoro… huyamos…- tal vez no era el mejor momento para proponer aquello, pero ya no podía soportar mas esa situación con su abuelo.


La proposición resonó en la mente del peliverde y con ello el temor de sus pesadillas se disipaba, pero en cambio comenzaba a sentir una palpable preocupación por lo que sucedería.


-Demo y Grap-san… el compromiso…


-No importa, si estamos juntos nada mas me importa.- estaba completamente seguro de lo que decía, así que solo faltaba lo que Zoro decidiera.


La mirada esmeralda se cruzo con la negra mirada del moreno, al momento que pensaba que tal esta era su única oportunidad de estar juntos como él también deseaba, así que simplemente afirmo.


-Bien, entonces vístete nos vamos.


-Eh!!! Tan pronto?- todo iba demasiado rápido para él.


-Si, entre mas tiempo desperdiciemos mas difícil será el huir.


Así que a Zoro no le quedo alternativa mas que vestirse lo mas rápido posible y empacar solo un cambio de ropa y así fue de tras de Ace saliendo de la mansión de los D.


A pesar de la convicción de ambos y el supuesto plan de huida, no contaban con que había una persona que había escuchado en su totalidad aquella conversación y apenas ambos chicos pusieron un pie fuera de la mansión, que para ese momento Monkey D Grap ya estaba enterado de que ambos chicos habían salido.


A escasamente dos calles de ahí fueron interceptados por Grap y varios otros sirvientes. El saldo de tal acción fue una tremenda reprimenda hacia Ace ya que al ser el mayor, además de saber de la delicada condición de Zoro, era más que obvia su culpabilidad. Grap no hubiese querido darle un castigo de esa índole, pero si les hubiera pasado algo a ambos, por una parte el clan se hubiese visto mermado por la falta de un cazador y por la otra parte Zoro era importante ya que él era la carnada para atraer a Mihawk y así acabar de una vez por todas con ese vampiro.


Encerrado entre esas cuatro paredes, cubierto de lujos… aquello era una hermosa jaula de oro, mas a pesar de estar cautivo ahí, sus pensamientos estaban con Ace, solo esperaba que este estuviera bien, ya que la idea de huir había sido muy mala.


Las puertas de la habitación se abrieron y Zoro vio entrar a Luffy, a lo que él simplemente sonrió con falsa tranquilidad.


-Jii-san esta preocupado por que no has comido.- comento el pequeño Luffy.


-Eh…- ni siquiera había notado su falta de apetito por que no dejaba de pensar en Ace.


-Ace y yo también estamos preocupados.- dijo mientras bajaba la mirada.


-Como esta Ace?- su voz tembló ligeramente al hacer aquella pregunta, mientras su joven corazón comenzaba a doler.


-Bien, ha estado entrenando muy duro y cada día es mas fuerte.- decía muy emocionado.


-Luffy podrías decirle a Grap-san que me gustaría hablar con él?


El menor asintió al momento que salía corriendo de la habitación en busca de su abuelo.


Mientras tanto en el dojo Ace caía rendido debido al entrenamiento, en verdad su abuelo se había vuelto mucho mas estricto y severo, pero aceptaba gustoso si situación si con ello lograba volver a estar con Zoro.


Luffy llego al dojo y le dijo algo al abuelo, o por lo menos eso le había parecido aunque poco le importo, ahora lo único que deseaba era descansar, así que se levanto y sin importarle su abuelo o Luffy, fue directamente a su habitación, tomaría primero un baño y después si le era posible dormiría por una semana… aunque de antemano sabia que solo podría hacerlo por un par de horas.


La melodía del piano se escucho atreves de sus sueños, sus ojos se abrieron con pesadez, aun adormilado y con la visión borrosa busco de donde provenía aquella melodía, cuando su mirada se poso sobre el piano que aun se encontraba en su habitación, tuvo que tallarse los ojos varias veces ya que no creía lo que estaba viendo.


-Zoro…- debía de seguir soñando o por lo menos eso era lo que creía.


El peliverde le sonrió sin dejar de tocar aquella melodía, sabiendo que esa era la favorita de Ace.


El sonido proveniente del piano paro abruptamente por que Ace con un fuerte abrazo había detenido por completo a Zoro que aun se encontraba sentado en el banquillo. El aun pequeño peliverde tuvo unas inmensas ganas de llorar, al solo recordar lo que había pactado con Grap-san.


“Ayudare a que Ace se vuelva un orgullo para usted y su familia…”


Aquella palabras sonaron tan raras en ese momento ya que con ellas aceptaba el destino que le deparaba al moreno, destino en el cual él no se encontraba…


-Te amo…


La declaración tomo de sorpresa a Zoro al grado que se levanto de su asiento sintiendo que el corazón se le saldría por la garganta.


-No importa lo que suceda…- dijo al momento que se separaba un poco del peliverde quedando a un lado de Zoro.- solo quiero que sepas que…- tomo la mano del peliverde y la poso sobre su pecho, haciendo que este girara un poco quedando así frente a frente.- Tu siempre estarás aquí.


Esta vez fue el pequeño pianista el que dejando de lado todo, abrazo con fuerza el cuerpo del moreno.


La puerta de aquella habitación fue cerrada con seguro, las cortinas fueron corridas y las luces apagadas y así entre penumbras Ace besaba con desespero aquellos labios de los que ya era prácticamente adicto, en aquellos momentos no le importaba el preguntar él como o el por que estaba Zoro ahí, solo deseaba perderse entre un mar de besos y caricias. Zoro correspondía con increíble destreza a cada beso del moreno ya que él también había extrañado por completo la presencia de Ace, aceptaba que lo quería de tal modo que el dolor de la perdida de su familia había sido totalmente opacado en comparación de lo que había sentido al estar lejos de él, aunque ahora sabia que tal vez algún día sus vidas tomarían un camino distinto, no desaprovecharía ni un segundo mientras viviera en la mansión de la familia D… no se separaría de Ace hasta que ya no hubiese alternativa alguna.


Ace condujo aun entre apasionados besos a Zoro hasta la cama, donde ambos se dejaron caer, uno sobre él otro. Con algo de prisa y dificultad Ace retiro la playera que portaba el peliverde, con ello dejando expuesto su torso, el cual era atravesado por una enorme cicatriz; aunque para Zoro esa cicatriz fuese producto de un accidente automovilístico, Ace sabia perfectamente que un vampiro había ocasionado tal herida.


El rubor se apodero del rostro del peliverde al sentir las manos de Ace recorriendo aquella cicatriz que ostentaba su torso al momento que un sutil gemido broto de su boca, provocando que el moreno lo observara fijamente al instante que su corazón comenzó a latir con rapidez, ya que el ver aquella expresión en el rostro de Zoro había terminado por excitarlo robándole la poca razón que tenia en esos momentos.


-Zoro...-murmuro antes de tomar esos labios en un ansioso beso mientras que sus manos se deshacían de la estorbosa ropa de ambos, en el proceso exploraba aquel cuerpo virgen, deleitándose con los deliciosos sonidos que provenían del peliverde. Una de sus manos se poso en la entrepierna de Zoro y comenzó repartir sutiles caricias para lentamente bajar hasta la virgen entrada, así que con mucho cuidado comenzó a palparla con sus dedos sin llegar a entrar, la verdad nunca había hacho algo así pero tenia la suficiente información de lo que tenia que hacer.


-Ace...- fue lo único que pudo decir ya que los gemidos brotaban de él sin control y su cuerpo comenzó a reaccionar de manera singular. No sabia que era lo que Ace le haría, pero lo que fuese estaba bien… todo lo que viniera de Ace estaba bien.


-Zoro... si quieres que me detenga... solo dilo-murmuro a pesar de sus ansias, no quería lastimarle de ninguna manera, así que lentamente introdujo un dedo, mientras que con su mano libre tomaba la excitación del peliverde.


El menor no sabia que hacer o decir, por un lado dolía un poco, pero por el otro el placer era demasiado intenso.


-Se... se… siente extraño...- al fin pudo articular.


-Pronto te acostumbraras…-murmuro en su oído mientras comenzaba a mover su dedo lo más suave y lentamente posible, tratando de no lastimarle cuando introdujo un segundo dedo.


-A... mmm... Ace…- a pesar de la molestia que se sentía en un principio esta comenzó a disiparse al grado de que sus caderas comenzaron a moverse en busca de aquella nueva y excitante sensación que estaba descubriendo.
Ace trago en seco al ver como Zoro comenzaba a mover sus caderas; ya no soportaba más, así que saco sus dedos con un poco de brusquedad y se posiciono entre las piernas del peliverde.


-Voy a entrar.- aviso mientras su miembro comenzaba a adentrarse con lentitud. -E-es tan estrecho...-murmuro mordiendo su labio inferior


-A... Ace...- gemía al sentirlo entrar, aferrándose al cuerpo del moreno, de cierta manera el dolor había sido olvidado y ahora solo deseaba el poder fundirse en cuerpo y alma con su persona espacial.


Al escuchar la voz de Zoro llamándole de aquella manera tan lasciva, era demasiado para él y sin poder aguantar mas comenzó a moverse con rapidez en el interior del menor, al instante que lo besaba con insistencia y necesidad.


Zoro correspondía cada beso del moreno y cuando este se separaba de su boca, gemía ya sin reserva alguna, dejando en claro lo mucho que disfrutaba aquello.


-Ace... m... motto... motto...- deseaba que llegara hasta lo más profundo d él.


Los gemidos no tardaron en aparecer en sus labios también y aquella petición fue como una orden para él, así las embestidas fueron volviéndose mas fuertes y profundas.


-ACE!!- prácticamente lo grito cuando repentinamente todo se volvió blanco para Zoro y se quedo sin aliento, no sabia el por que d su reacción, pero al parecer ni siquiera le importaba en esos momentos, simplemente se aferro mas fuerte al cuerpo de Ace.


-Zoro...- gimió cuando un inesperado orgasmo lo tomo por sorpresa, terminando por derramarse en el interior del peliverde, llenándolo con su semilla.


-Te... te amo.- Dijo Zoro aun con ligeras oleadas de placer recorriendo su joven cuerpo, al sentir como el cuerpo del moreno caía sobre él.


-Yo también te amo.- respondió algo cansado, saliendo del cuerpo de Zoro con un sutil movimiento para así acomodarse a un lado de él. -Yo nunca había hecho algo así... pero ahora... me gustaría estar así siempre contigo...- confeso al momento que sus brazos rodeaban el cuerpo del peliverde.


La única manera que Zoro tenia para responder en aquellos momentos fue un profundo y amoroso beso, por que sabia tan bien como Ace que eso era imposible, así que era mejor el vivir en momento intentando olvidarse por un momento lo que el futuro les deparaba.



CONTINUARA…….

19 oct 2010

Capitulo III

Después de un frió invierno, la primavera llegaba a Tokio, los cerezos ya estaban pintados de rosa, era una temporada perfecta para disfrutar de la ciudad, por lo menos eso era lo que deseaba hacer Haziel, pero a pesar de que su estado había mejorado considerablemente aun no tenia las fuerzas necesarias para salir.

Miren se había ido de vacaciones al Caribe, para descanso de todos, Tora se encontraba en un viaje de negocios en Londres y después iría a San Francisco  y La princesa Thymae se estaba preparando por que pasaría un mes al lado de su adorado padre.

-Haziel te por tas bien, no hagas travesuras y...

-Se lo que tengo que hacer, no te preocupes por mi.- el ángel no deseaba que Thymae desperdiciara mas su tiempo con él.

-Esta bien.- se notaba algo insegura –Razzel, cuida bien a Haziel.

-Si.- contesto secamente el guardián.

-Bien, nos vemos dentro de un mes.

La joven princesa salió muy contenta de la mansión, por que hace ya bastante tiempo que no veía a su progenitor. 

Haziel pensaba en lo aburrido que seria quedarse enclaustrado en esa enorme casa y no poder salir y lo peor de todo era que ni siquiera tenia trabajo de la empresa, eso le sucedía muy seguido ya que era muy eficiente, así que concluyó en pasar ese tiempo con su querido Yami ya que lo había descuidado un poco.

El guardián no dejaba ni un minuto a solas a Haziel, tenia una enorme responsabilidad, así que tenia que dar lo máximo de si, para que nada saliera mal... aunque últimamente había algo en la presencia de aquel frágil ángel que inquietaba de una manera extraña al guardián.

Las dos primeras semanas pasaron con una extrema tranquilidad, por no decir aburrimiento, pero una noche esto cambio.

La luna llena brillaba en el firmamento nocturno alumbrando a la perfección el jardín y haciendo que los cerezos en flor plantados en el lugar se viesen extraños.

Razzel admiraba el jardín desde uno de los ventanales de su habitación, mas repentinamente en el Jardín apareció Yami y poco después Haziel. Al pequeño ángel le agradaban este tipo de noches , pero pocas veces podía disfrutarlas a su entera satisfacción, afortunadamente esta era una de esas pocas y la disfrutaría al máximo.

El guardián tan solo miraba desde su habitación como Haziel jugaba con su pequeño gato, después de una larga persecución, Haziel atrapo a su mascota, acariciando su blanco pelaje y después lo dejo ir.

Haziel alzo la mirada, observando la luna y entonces con un simple movimiento hizo aparecer sus alas de un blanco impecable, de ellas se desprendía una que otra pluma que el viento paresia estar empeñado en llevarse.

Que sublime visión tenia en frente Razzel y lo fue aun mas cuando el ángel empezó a cantar, era aquella canción incomprensible que escucho de los labios de la princesa, pero ahora le pareció entender lo que decía... en ese instante una pregunta que lo había estado acosando desde hace ya bastante tiempo volvió a surgir en la mente del guardián.

Haziel detuvo su canto, le había parecido haber escuchado algo... seria posible que estuviese recuperando su habilidad para escuchar los pensamientos? Cerro los ojos y espero paciente y entonces lo volvió a escuchar, solo que esta vez con mas claridad.

“Por que Haziel esta viviendo aquí rodeado de demonios? El no debería estar aquí.”

El pequeño ángel se concentro intentando dar una respuesta.

Razzel aun observaba a su protegido cuando la respuesta a su pregunta llego.

“Me gusta estar aquí.”

Haziel volteo a ver a su guardián, mientras le regalaba un dulce sonrisa y le mando un nuevo mensaje.

“Me harías el favor de bajar.”

En primera instancia Razzel estaba sorprendido, pero obedeciendo la petición de su protegido abrió el ventanal y de un salto bajo al jardín.

-Se que tienes muchas preguntas...- comenzó a decir el pequeño ángel -...y yo estoy dispuesto a darte algunas respuestas. Yo vivo aquí, por que esa fue mi decisión, por que yo deseo enseñar a los demás ángeles que los demonios no son tan malos, que ellos tienen sentimientos y anhelos no-destructivos, de igual manera quiero enseñar a los demonios que los ángeles no somos perfectos y que nosotros también tenemos deseos y debilidades y sobre todo esto quiero mostrar que puede existir una convivencia sin conflictos entre ángeles y demonios, por esa razón estoy aquí.

El guardián analizo con detenimiento las palabras del ángel, mas antes de poder pronunciar palabra alguna, Haziel hizo desaparecer sus alas.

-Es hora de dormir... buenas noches Razzel.- sin darle tiempo de contestar el pequeño ángel entro a la casa seguido de su mascota.

Pasaron una, dos, tres horas y Razzel aun se encontraba en el jardín, preguntándose una y otra vez que era este extraño sentimiento y como si hubiese visto la luz al final del túnel lo entendió... estaba enamorado.

Los días transcurrían lentamente y a veces todo parecía un sueño, la semilla del amor estaba plantada en el corazón del guardián y era suficiente con una mirada de Haziel para hacerla crecer.

Estaba fascinado con la presencia de aquel hermoso ángel y este ni siquiera se había dado cuenta de que ya era el dueño del corazón de su guardián.

Razzel no sabia como expresar este sentimiento que inundaba su corazón.

Acaso decirle un *te amo *...  no... que palabras mas insulsas para hacerle entender lo que sentía, no había palabras en el vocabulario humano capaces de expresar lo que tenia dentro.

Mientras tanto Haziel se preguntaba el por que de la extraña actitud de su guardián, incluso había intentado escuchar nuevamente sus pensamientos, mas no podía y no solo eso atormentaba su mente, sino que también estaba volviendo a decaer y lo que menos deseaba en esos era ocasionarle problemas a Razzel.

Razzel, a pesar de sus conflictos internos, siempre estaba al pendiente de cualquier cambio en su protegido.

El pequeño ángel se encontraba tocando una hermosa melodía en el piano, cuando súbitamente su rostro se lleno de angustia, temiendo lo peor.

-Te encuentras bien?.-pregunto bastante alarmado Razzel.

Haziel detuvo la melodía al escuchar la pregunta.

-Si, aunque creo que debo descansar un poco.- dijo suavemente.

-Estas seguro?- con su mirada rubí, Razzel examinaba detenidamente el rostro de Haziel.

-Si, pero primero tomare un baño y después una siesta.- e intentando ignorar la incertidumbre que se apoderaba de el, subió a su habitación.

Trascurrieron dos horas aproximadamente y la preocupación de Razzel iba en aumento, así que decidió entrar a la habitación del ángel, solamente para verificar que todo estuviera bien.

Abrió la puerta con sigilo, ya que si Haziel se encontraba dormido no quería despertarlo, entro y cerro la puerta, su mirada se poso en la cama, esperando encontrar al ángel, pero en ella se encontraba Yami, que con sus ojos gatunos miraba fijamente al guardián.

Razzel ignoro al gato y se empezó a preguntar en donde estaría su protegido y como respuesta escucho el sonido de agua cayendo. Haziel estaba en el baño.

Al abrir la puerta el vapor escapo, el guardián entro con la preocupación a punto de destrozarle el alma.

Encontró a Haziel acho un ovillo en el piso de la ducha, mientras el agua de la regadera mojaba su cuerpo. La temperatura del agua era en exceso alta, tanto que la blanca piel del ángel se había tornado roja.

Haziel temblaba, tenia mucho frió, miedo y sentía un inmenso dolor, una oscuridad helada lo rodeaba, quería salir, necesitaba que alguien lo ayudara, por que el no tenia las fuerzas necesarias para hacerlo solo.

Razzel busco una toalla y no tenia alternativa, tenia que desobedecer una de las ordenes que le habían dado.

Cerro la llave del agua y al momento de intentar cubrir el cuerpo de Haziel, todo el mundo se desvaneció, no se veía nada y hacia un frió que calaba hasta los huesos, Razzel empezó a sentir que los músculos se le entumían y que el temor estaba haciendo presa de el.

Estaba apunto de perderse en esa oscuridad, pero al recordar que su ángel?... si su ángel necesitaba ayuda, reunió las fuerzas necesarias para salir de ese lugar.

Así que termino de cubrir con la toalla el cuerpo de Haziel y lo llevo en brazos hasta la cama, donde se recostó junto con su ángel.

-No te preocupes, todo estará bien, yo no permitiré que nada malo te pase...- murmuraba Razzel al oído de su ángel.

Haziel seguía perdido en aquella horrible oscuridad y sus esperanzas de encontrar una salida se estaban esfumando., pero en ese instante vislumbro una luz.

Razzel seguía abrazando a Haziel, tenia que traerlo de vuelta a este mundo o sino nadie de lo perdonaría.

Los minutos transcurrían y el guardia comenzó a sentir como parte de su energía era absorbida por su ángel hasta que este ultimo abrió los ojos.

Lo primero que vieron las pupilas grises fue el rostro de su guardián.

-Razzel...- murmuro – que... que...

Razzel poso uno de sus dedos en los tersos labios de Haziel, impidiéndole seguir hablando.

-Ahora ya todo esta bien.

La calma había regresado al corazón de Razzel y fue que hasta ese momento que se dio cuenta de que toda su ropa estaba húmeda y fría, pero no importaba, lo único importante era que su ángel estuviese bien.

Razzel y Haziel seguían en la cama, el primero abrazando de una manera protectora al segundo, todo era perfecto.

La puerta de la habitación se abrió, mas ninguno de los dos lo noto.

-Ya estoy de vuelta Ha... – era Thymae que acababa de llegar.

-Princesa!!!- ahora si que estaba en problemas, como se le había olvidado el regreso de Thymae.

Haziel que aun se encontraba en los brazos de su guardián, observo el momento en que Thymae se desmayó.

 

........... Continuara ............

Capitulo II

Después de mostrarle la mansión a Razzel, el demonio de ojos esmeralda hablo muy seriamente sobre lo que serian sus obligaciones.

-Tu único deber aquí es el de cuidar a Haziel, no puedes hablar con el, no puedes tomarte descansos y como te mencione ayer no puedes tocarlo.

-Si.

-Para cualquier emergencia aquí... – mostrando una simple hoja de papel –... están los teléfonos mas importantes, aunque te aconsejo que cuando Haziel tenga una de sus crisis llames a Thymae.

-Crisis?

-Si, nosotros los llamamos así y no lograría explicártelo, ya que ni siquiera yo lo entiendo. De lo demás no debes preocuparte, hay una persona encargada tanto de los quehaceres domésticos como de los alimentos. Alguna duda?

-Haziel puede salir a algún lugar?

-No y el lo sabe perfectamente, lo mas que puede hacer es salir al jardín, entendido?

-Si.

-Eso espero.

Después de tan amena platica, Tora tenia que regresar a sus tareas diarias.

-Tora ya te marchas?- era Haziel que se había interpuesto en su camino.

-Si Haziel, es hora de trabajar, pero no te preocupes por que aunque no puedas salir no conseguirás escapar del trabajo.- contesto el demonio con un tono de voz casi dulce.

-Que bien, por que no deseo escaparme.- el pequeño ángel mostró una amplia sonrisa.

Para Razzel esta escena resulto mas que extraña, era la primera vez que veía que un Ángel y un demonio se llevaran tan bien, cualquiera diría que incluso eran amigos.

Tora se despide del ángel y sale de la mansión.

Haziel suspira evocando aquellos tiempos en los que asistía a trabajar como todos los demás, a pesar del duro ambiente que reinaba en las oficinas de la empresa, él siempre salía adelante sobre poniéndose a las malas vibras y a los malestares, pero ahora... ahora era distinto, ya ni siquiera tenia las fuerzas para salir a dar un paseo o evitar desmayarse con solo cruzar la puerta principal de esa casona.

Últimamente esta situación lo deprimía, pero solo un poco ya que tenia a su querido Yami que siempre estaba ahí para animarlo, mientras Miren no intentase matarlo de nuevo, todo estaba bien, ya había sufrido su ausencia una vez y no deseaba volver a sentirla, si fuese posible nunca mas.

En ese Instante Haziel recordó que no estaba solo, levanto la vista para ver a su nuevo guardián.

-Creo que no nos han presentado, mi nombre es Haziel, cual es el tuyo?- pregunto, intentando mostrar sus buenos modales.

Tomando en cuenta las instrucciones que le fueron dadas, Razzel no contesto la pregunta del que era ahora su protegido. 

Esta acción hizo sentir pésimo al pequeño ángel, pero tenia que ser fuerte, así que reuniendo todas sus fuerzas hizo a un lado ese sentimiento y mostró una sonrisa.

-Es hora de trabajar.- y caminó hacia el estudio, mientras que Razzel lo seguía.

La primera semana paso sin problema alguno, mas al iniciar la siguiente Razzel se enfrento con algo que no supo como controlar.

Haziel se encontraba sentado tras la computadora, como siempre trabajando. 

Razzel se encontraba leyendo un libro, pero siempre al pendiente del ángel, entonces fue cuando lo noto, Haziel seguía trabajando, pero de sus hermosos ojos grises empezaron a brotar abundantes lagrimas.

-Tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte, tengo que ser fuerte, tengo que...- murmuraba intentando hacer caso omiso a sus lagrimas y a su dolor.

El pobre ángel sentía una terrible opresión en el pecho, mientras un aterrador frió se apoderaba de su cuerpo haciéndolo temblar incontrolablemente.

El guardián de ojos rubí se acerco muy preocupado por lo que estaba sucediendo, estaba a punto de tocarlo, cuando la puerta del estudio fue abierta de golpe.

-NO LO TOQUES!!!- era Thymae que sin mas alejo a Razzel el pequeño ángel- no te preocupes, yo estoy aquí y nada malo te pasara – decía mientras que con sus delicadas manos limpiaba aquellas lagrimas que opacaban el hermoso rostro de Haziel y despues lo abrazo.

Haziel correspondió el abrazo y poco a poco se empezó a sentir mejor.

-Será mejor que vayas a descansar.- propuso la joven.

-Tienes razón.- con un gran esfuerzo se separo de ella y se levanto de su asiento.

Thymae ayudo a Haziel a llegar a su habitación, una vez dentro lo hizo que se acostara en la enorme cama, ella se sentó a su lado y comenzó a cantar una canción algo extraña e incomprensible, mas al parecer el ángel entendía a la perfección.

Cuando la joven de cabello negro estuvo segura de Haziel estuviese dormido, salió de la habitación.

En todo ese tiempo Razzel había estado esperando afuera de la habitación.

-No te preocupes, eso es normal en Haziel.- fue lo único que dijo Thymae usando su típico tono infantil.

“Normal?” pensó Razzel aun con la preocupación por lo que le había sucedido a su protegido.

Al día siguiente Tora estaba sumamente molesto con el guardián.

Todos a excepción de Haziel se encontraba en la estancia, Tora miraba de una forma despectiva a el guardián, la rubia solo miraba divertida por la situación, se preguntaba mentalmente cual seria el castigo de Razzel, aunque no importaba mucho, fuera cual fuera ella estaría lista para cualquier cosa que Tora le ordenara. La joven princesa leía una revista muy ajena a la situación, al parecer no le interesaba en lo mas mínimo.

-Que fue lo que sucedió?- la vos del demonio rompió el silencio.

Razzel contó todo lo sucedido con lujo de detalle, Tora medito un poco, mas cuando iba a pronunciar palabra alguna fue interrumpido por Thymae.

-Tora no deberías de ser tan malo con Razzel.- dijo la princesa dejando a un lado su revista – recuerda que hay que tener tolerancia hacia los demás, eso es lo que Haziel nos a enseñado.- la escena era como si una pequeña niña intentara darle lecciones a un adulto –por favor perdónalo, hazlo por mi, por Haziel y por todo lo bueno en este mundo, sobre todo los dulces.- Thymae le suplicaba a Tora.

-Esta bien, tu ganas.- se rindió a las suplicas de la princesa ya que si no lo hacia ella tomaría represalias con el.

Thymae se acerco a Tora y le dio un efusivo abrazo.

-Gracias.

-Razzel, puedes regresar a tus deberes, pero que no se vuelva a repetir. El guardia obedeciendo fue en busca de su protegido.

-Thymae, podrías soltarme?

-Lo siento es que no puedo evitarlo.- se disculpo la joven.

-Pequeña, no crees que ya no estas en edad para seguir con ese tipo de actuaciones?- por fin hablo la rubia.

-Es cierto, acaso quieres quedar ante Haziel como la salvadora de su guardián?- pregunto Tora.

-No, solo que me gusta actuar así y si de paso obtengo beneficios, que importa.- el rostro infantil de Thymae cubría perfectamente la malicia que la joven tenia.

Haziel se encontraba en su habitación, bastante preocupado por la suerte de su guardián, cuando tocaron a la puerta.

-Adelante.

Razzel entro a la habitación y el pequeño ángel al verlo no pudo evitar preguntarle con la mirada que había sucedido.

-No te preocupes, la princesa intercedió por mi.

El ángel suspiro aliviado y toda aquella preocupación se esfumo.

-Me alegra saber que tu estas bien.- lo decía sinceramente, mientras que una dulce sonrisa se dibujaba en su rostro y por alguna extraña razón esto azoro un poco a Razzel.

 

............... Continuara. ................

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