25 oct 2010

CAPITULO IV

-¿Eh? ¿Quién eres tú?-

La pregunta dejo congelado al rubio, su mente se quedo en blanco por un momento y ninguna palaba pudo ser articulada por el por un instante.

-¿D-de que hablas Italia? Soy yo, el sacro imperio romano.-

Soltó una pequeña risa nerviosa, ahora estaba preocupado, y la verdad la mirada confundida del muchacho castaño no lo tranquilizaba para nada.

-¿Sacro Imperio Romano?...-

Pronuncio con dificultad el sirviente en un pequeño susurro, más bien como una confirmación consigo mismo y con el otro que como una pregunta, ambos estaban confundidos, cada quien por su propia situación.

-Sí, sí, Shinsei Roma…-

El rubio ni siquiera sabía porque le volvía a decir su nombre, solo presentía que algo no iba bien, estaba realmente intranquilo por la actitud del otro, aunque él no quisiera. El niño solo se le quedo viendo fijamente durante unos segundos, enseguida bajo la cabeza en una reverencia.

-lo siento! Yo no lo conozco, con su permiso…-

El joven apretando el cubo de agua con sus manos y paso apresurado salió de ese lugar temeroso. El Sacro Imperio no entendía… ¿Qué rayos había sido esa cosa? ¿Se estaría haciendo el tonto para superar el problema? Si seguramente era eso, no había nada de lo que preocuparse.

- ¡Austria-san! ¡Ya le traje el agua!-

El pequeño castaño entro por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. El mayor se sorprendió ligeramente y no pudo evitar preguntar, claro que sin ningún cambio en su voz.

-¿Estás bien, Italia?-

Feliciano se desconcertó por aquella pregunta y asintió al instante.

-Sí, estoy bien… ¿Por qué lo pregunta?-

El mayor le miro serio, sin poder comprender el por qué el cambio tan radical de su sirviente, apenas ayer estaba en una depresión de la que estaba seguro, gracias la gran cantidad de libros de psicología que había leído, el muchacho no saldría tan fácil, aun así, este estaba en ese preciso instante haciendo su labores con una infinita sonrisa, que estaba seguro, no era falsa.

-No, por nada, vuelve a trabajar.-

-¡Hai!-

Respondió enérgicamente y salió corriendo a hacer sus labores, aunque el pequeño ya se sentía algo confundido ¿algo había pasado y el no sabia? Es decir ya iban varias personas en toda la mañana que le preguntaban si se encontraba bien, que si ya no estaba triste, o que si se sentía mejor…eso era muy raro, pero claro el italiano no se iba a preocupar por ese tipo de cosas.

Desde la mañana, desde que eso había pasado, el germano comenzó a acechar a Italia, como en los viejos tiempos, claro que ahora ya no era por algún interés romántico, si no porque, estaba un tanto molesto ya que a pesar de todo el niño tenía su orgullo; después de ese pensamiento de "todo está bien, no hay que preocuparse" se puso a reflexionar, de alguna forma se sintió ignorado y evadido hiriendo su ego, así que la solución que había encontrado era el seguir sigilosamente al más pequeño para asegurarse de que este no se burlara de él a escondidas o que no se pusiese a llorar, ya que si cualquiera de las dos ocurría estaría seguro que lo de la mañana no había sido solo una broma de mal gusto planeada por el italiano.

Más no ocurrió así, el menor cumplió con cada una de sus actividades sin decir una palabra y con un humor envidiable, estaba despreocupado y fresco, tanto que parecía sospechoso, bueno desde el punto de vista del Sacro Imperio Romano así era.

Y una vez más a la rutina, dos semanas seguidas hacia lo mismo, el SIR evitaba a toda costa encontrarse de frente al niño y lo acechaba desde el alaba hasta el ocaso, aunque él no sabía muy bien porque aquella preocupación, así que lo disfrazaba con la escusa de que el menor lo había ignorado a propósito y debía descubrirlo.

Mas su búsqueda por aquella escusa fuera valida parecía en vano, realmente, no le recordaba…al parecer…por que, no lo volvió a mencionar, ni una sola vez dijo su nombre, ni siquiera refiriéndose a cualquier cosa que hubiesen hecho juntos, parecía que se hubiese borrado de su mente…pero no! Eso no era posible, así de simple era. Por eso una vez…solo una intento volverse a aparecer ante él.

-Flash Back-

-Hola Italia…-

Apareció frente a él con determinación en la mirada, si ponía su rostro serio y sus ojos demostraban autoridad, bien sabía que Italia no se atrevería a mentirle.

-Ah…Ho-hola...-

Respondió torpemente al saludo, temblando aquel muchacho le infundía miedo, le dieron ganas de salir corriendo y llorando lleno de pavor, pero la misma mirada seria del otro le impedía moverse, lo único que pudo hacer fue darle una pequeña reverencia.

-S-se le ofrece algo…Etto…g-gomen, no re cuerdo su nombre.-

Bajo su cabeza asustado de que el rubio le hiciera algo por su torpeza, unas cuantas lagrimitas se alojaron en sus ojos.

El rubio lleno de molestia lo tomo por los hombros y lo zarandeo, obligando al castaño a que lo mirase a los ojos, no se iba a ir sin respuestas, el era un hombre que buscaba un porque preciso y científico de todo y esto no era la excepción.

-¿¡Como es que no recuerdas mi nombre Italia! ¡Deja de hacerte el tonto! Sé que fui cruel, pero deja de negar que me conoces.-

-¡Yo no estoy mintiendo! Realmente no lo conozco… ¡Deje de molestarme por favor!-

Ahora las lagrimas no solo estaban nublando su visión si no que también ahora rodaban por sus mejillas, tenía miedo, el no conocía a ese muchacho, y no entendía por qué le hacía eso, el no hizo nada para ganarse el odio de nadie.

-¿¡Acaso no recuerdas! ¿No recuerdas las veces que te decía "Formemos el nuevo imperio romano" o cuando te perseguía por toda la casa, o las veces que pintamos juntos? –

El también estaba al borde del llanto, aunque más que por temor o tristeza era de impotencia; lo apretaba fuertemente de los hombros, quería que le respondiera, que le dijera que recordaba y que eso no era más que una broma, pero el otro no decía nada, solamente le miraba pidiendo que le soltara.

-Olvídalo…-

Le soltó de golpe y se fue de ahí.

-Fin del Flash Back-

Por esa misma razón no había vuelto a hablarle directamente y se había limitado a observarle buscando el mismo la respuesta a lo que ocurría.


-¡Austria-san!-

Entro corriendo a la habitación el más joven de los criados de esa casa a toda velocidad y con los ojos llorosos.

-¿Qué pasa, Italia?-

La voz de Roderich salió fastidiada, pues ya se imaginaba que la razón del llanto del menor seria alguna tontería sin importancia o una vez más esa escusa del menor para armar a escándalo, realmente ya estaba harto del problema que siempre le venía a contar "Austria-san, alguien me está siguiendo, ¡tengo miedo!" si seguramente era eso otra vez.

-¡Hay alguien herido en la puerta!-

El pequeño apretaba sus manos fuertemente contra su pecho, ahora que lo notaba sus ropas estaban manchadas de sangre.

-¿¡Que! ¿¡Quien es!-

Negó con la cabeza enseguida.

-No lo sé, pero el señor traía un pollito en la cabeza…él fue el que me llevo hasta el señor.-

-Prusia-

Dijo seco y en un instante ya había sacado su espada y se dirigía a la puerta con una mueca de molestia. Le menor se altero y tenso al ver el afilado objeto, definidamente Austria no saldría a ayudar a aquel hombre, por lo que podía ver, salía con toda la intención de herirle mas, apretó sus puños y negó con la cabeza, salió corriendo tras el dueño de aquella casa.

-Que haces aquí, Gillbert?-

Apuntándole con la espada el de cabellos oscuros amenazo al otro que con esfuerzos se mantenía de pie, pero aun en ese estado deplorable, con las ropas rasgadas, su escudo roto, las heridas sangrantes y olvidadas, el olor que lo invadía, de sudor y sangre, aun así se mantenía con aquella prepotente sonrisa.

-Eres un desconsiderado, tu podrido señorito jeje.-

Rio apenas sosteniéndose el costado al instante, causa del dolor de las heridas que le cubrían.

-Por tu estado, veo que no vienes solo a fastidiar, y déjame decirte que no pienso darte alojamiento aquí, ya estoy muy ocupado con mis cosas como para también soportarte.-

El peliplata sonrió prepotente como siempre, dejando en alto su orgullo, el no era de esas personas que se rebajaban a pedir favores, si él no quería ofrecerle ayuda por las buenas, no le iba a rogar; dándose la media vuelta se fue como si nada, aun costándole un poco de trabajo caminar. Italia le miro, se encontraba atrás de Austria, se sentía mal…aunque no conocía a ese hombre…algo le decía que era él a aquella persona que esperaba todas las noches, sentado en su cama mirando al horizonte a través del cristal de su ventana.

-Etto…Austria-san…v-voy a cambiar mi ropa.-

Susurro apenas el menor y Austria le miro asintiendo con la cabeza mientras cerraba la puerta. Con paso veloz el castaño se dirigió a su habitación, al entrar cerro con seguro y se asomo por la ventana, nadie venia, salió por esta y fue a buscar a aquel hombre.

Le encontró postrado bajo la sombra de un árbol cercano, estaba sangrando mucho, le tomo de la mano.

-Prusia-san…venga conmigo por favor, yo le cuidare.-

El hombre le sonrió y acaricio sus cabellos, le miro enternecido y se levanto con dificultad recargándose en el hombro del menor lo menos posible, pues no quería lastimarlo con su peso. Llegaron a la habitación del niño y abriendo su ventana ingreso al peliblanco con él en la habitación. Con mucho cuidado lo recostó en la cama y fue corriendo por unos vendajes a su botiquín privado.

En cuanto regreso comenzó a sanar las heridas del mayor con mucho cuidado.

-Por favor no se mueva para que pueda curarle.-

El castaño le sonrío amablemente y el prusiano le devolvió la sonrisa de la misma forma, bueno más bien lo intento.

-Tu voz suena más linda cuando no estás llorando.-

Sonrió el mayor mientras decía esto en un suspiro muy bajo, Italia lo volteo a ver algo sorprendido, pero decidió ignorar el comentario y siguió vendado su pierna, la verdad el otro estaba lleno de heridas unas más recientes que otras.

-¿Le molesta que le diga que fue lo que…?-

-La guerra, estuve en una hace poco y las batallas se realizaron en la mayoría en mi cuerpo, así que yo salí mas herido que west, no me sorprendería que el solo tuviese un par de heridas, je.-

Termino con la pierna y continúo con el brazo, lavándolo, desinfectándolo y luego vendándolo, siendo lo más cuidadoso posible pues no quería que aquello le doliera más.

-No te preocupes Ita-chan, a Ore-sama no le duele esto, no necesitas ser cuidadoso.-

Le sonrió y con la mano más sana le acaricio el cabello, el pequeño se sonrojo y asintió con la cabeza, aquellas manos era gentiles y tibias, le gustaban; con una sonrisa apenada siguió con su labor, no hablaban solo se mandaban una que otra mirada gradecida o una sonrisa. Habiendo terminado de vendarle y curarle, le dejo en la cama.

-Prusia-san, yo iré a cambiarme…yo, le buscare algo de ropa después, necesito ir a hacer mi deberes y…-

El otro formando una sonrisa le jalo un poco y le abrazo otro más, el menor se sonrojo al completo y se dejo tomar.

-No te preocupes Ita-chan, jeje y no necesitas decir Prusia-san, me siento viejo; mejor dime…mmm…Gillbert! Si dime por mi maravilloso nombre kesese.-

El castaño sonrío y asintió con la cabeza…

-Gillbert.-

Pronuncio como una prueba y sonrió ante el gesto amable del hombre junto a él, se sentía realmente cómodo en esos brazos…eran tibios, y dejando de lado el ligero olor a sangre…su aroma era de alguna forma…cálido. Se dejo abrazar un poco más y se soltó para irse a cambiar.

-Aguarde aquí y no haga mucho ruido, volveré en un rato.-

Le iba diciendo mientras se acomodaba su paño en la cabeza; listo para salir a hacer sus labores como sirviente.

-No te preocupes, Ita-chan.-

Sin más el pequeño salió de ahí…pero claro que este no se había dado cuenta de que alguien le observaba a lo lejos, desde que se dirigió a su habitación para ser mas precisos, el rubio frunció el ceño y sintió un coraje repentino, aunque no sabía realmente porque.

0 comentarios:

About Me

Mi musica

Naoko. Con tecnología de Blogger.
uhr online relojes web

Entradas populares

Seguidores

Chat

Vistas a la página totales

Suscripción

Enter your email address:

Delivered by FeedBurner