CAPITULO XI
Luffy no podía dormir, sus ánimos estaban hasta el piso al grado de incluso afectar su apetito, en verdad la ausencia de Zoro lo estaba afectando en demasía, no importaba cuantas charlas tuviera con Nami, los juegos de Chopper y Usopp, ni siquiera los cuidados y mimos de Sanji lo hacían sentir mejor.
Había llorado tanto durante aquel lapso de tiempo… aun lo hacia, era increíble como era aun capaz de derramar lagrimas por él noche y día… lo extrañaba tanto…
-Zoro…- era la millonésima vez en el día que su nombre brotaba de sus labios.
Mientras tanto a una distancia prudente se encontraba el rubio cocinero no pudiendo hacer otra cosa solo observaba el dolor de su amado capitán. Cuanto deseaba el poder hacer algo, cualquier cosa para que su adorado Luffy volviese a ser el mismo, pero eso le era imposible solo Zoro era el único capas de regresarle la felicidad al chico de goma.
-Estúpido marimo…- murmuro muy bajo al momento que encendía otro de sus cigarrillos.
***
Miraba un hermoso cielo azul con una que otra nube adornándolo.
Zoro se encontraba disfrutando de aquella vista recostado en el pasto, en esos momentos no había miedo, dolor o tristeza.
-Oi Zoro!- una melodiosa voz se escucho a lo lejos.
El espadachín se levanto rápidamente, pero ya no era un joven de 19 años, sino que volvia a ser un solo un niño de 9.
Ahí a unos metros frente a él se encontraba Kuina luciendo un vestido blanco y un sombrero del mismo color adornado por una rosa roja.
-Acaso lo olvidaste?- pregunto la chica al momento que se acercaba al peliverde.
-No… nunca lo olvide…- respondió con voz rota y las lagrimas a punto de brotar de sus ojos.- como lo olvidaría… si fue una promesa que hicimos…
Kuina abrazo a Zoro a lo que este no pudo soportarlo más y rompió en llanto.
-Lo se y me alegra que no lo olvidaras, pero vamos, no seas un llorón, te prometí una cita y por eso estoy aquí.
Zoro asintió intentando calmarse mientras se separaba de ella.
Así dio comienzo una grandiosa pero infantil cita, al término de esta lentamente el cielo azul comenzó a disiparse al igual que todo lo demás.
El peliverde recupero su tamaño y edad, ahora él y Kuina se encontraban en medio de la nada.
-No te vayas… no me dejes solo… no de nuevo...
-Zoro no baka, yo nunca te he dejado, yo siempre he estado a tu lado y siempre lo estaré, además hay muchas otras personas que están de tu lado y al igual que yo nunca te abandonaran… recuerda que tu nunca estarás solo…
Zoro abrió los ojos lentamente, se sentía tan en calma.
-Kuina…- broto de sus labios casi como un suspiro.- Arigato.
Aun no amanecía, pero aun así intento levantarse de la cama pero no fue hasta ese momento en que se dio cuenta como unos fuertes brazos lo mantenían en la cama con un posesivo abrazo, por un instante el pánico se apodero de él pero fue desplazado por los recuerdos de lo sucedido, haciendo que su corazón acelerara su ritmo y que un sonrojo apareciera en sus mejillas, con algo de esfuerzo volteo a ver al moreno que dormía tranquilamente.
“Ai shiteru…” la frase llego a su mente como un rayo y miles de sentimientos se revolvieron en su interior confundiéndolo en demasía.
+++
El amanecer estaba cerca y después de haber pasado la noche vagando por toda la isla, ahora regresaba a su pequeño palacio.
Al entrar a su estudio se dio cuenta de los destrozos que esos dos habían hecho en el lugar. Vaya que si esos dos se habían estado divirtiendo, de cierta manera eso le alegraba y esperaba que el moreno hubiese logrado hacer que Roronoa llegara hasta el final.
Reviso por ultima vez unos papeles que tenia en su escritorio, escribió un par de cartas y todo lo metió a un cofre el cual cerro con llave y esta se la daría a Lina-chan, ella se encargaría del resto.
Al terminar fue en busca de la rubia no solo para entregarle la llave, sino también para pedirle que cocinara algo para sus invitados ya que en esos momentos ella era la única en que podía confiarle algo así.
CONTINUARA.....
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