26 oct 2010

CAPITULO V

Un mes…un maravilloso mes había transcurrido desde que conoció a aquel hombre, y aunque sus heridas casi estuvieren sanadas, simplemente no deseaba dejarlo ir ¿La razón?

El estaba realmente feliz…estaba colmado de una sensación extraña que lo invadía por completo, por un sentimiento que nunca había experimentado…el de estar lleno, el de ser querido profundamente por alguien con quien no compartías un lazo sanguíneo, un sentimiento que rebasaba la línea de la admiración…este sentimiento, más bien la mezcla de varios de ellos era inexplicable para el…pero podía resumirse en una palabra.

-Entonces, desde ese momento no ha dejado de seguirme, jajaja.-El mayor acaricio al animalito con la punta de sus dedos y le ofreció a su acompañante, cargarlo.

-Es muy lindo…-Italia lo tomo en sus manos y lo acaricio cuidadosamente.

-Claro que no tanto como tu Ita-chan, jeje.-

El castaño se sonrojo y soltó una risita nerviosa, mientras acariciaba al pajarito…aun sonrojado regreso el animalito a las manos Prusianas.

-G-gracias...Por cierto, no tiene nombre ¿verdad? ¿Cual le quedaría bien?-

El castaño se subió a la cama y se sentó con las piernas cruzadas frente al hombre de cabellos blanquecinos, miro al pollito fijamente.

-Tiene que ser un nombre casi tan genial como el mío.-

Dijo el otro mientras veía igualmente atento al animalito que saltaba en las manos del peliblanco, seguramente inquieto y feliz, por el hecho de que recibiría un nombre.

-Que le parece Gillbird!-

El parajito comenzó a piar mientras aleteaba.

-Me gusta el nombre y parece que a él también.-

-Entonces será Gillbird.- Rio el menor y abrazo al pequeño animal. Gillbert hizo lo mismo y rio mientras acogía en sus brazos el delicado cuerpo de la Italia menor…Ambos disfrutaban de aquel cálido momento, el albino tomo con cuidado la barbilla del otro y lo acerco a sus labios para darle un suave beso en la frente de este. La cabeza de Italia se recostó en el pecho del hombre y se acomodo ahí con una gran sonrisa en sus labios.

-Gillbert-san, soy muy feliz.-

La palabra es amor


Algo que ellos no sabían era que un pequeño niño les había estado observando…desde la mañana, todos los días de la semana, y es que el Sacro Imperio Romano no podía estar tranquilo, por el simple hecho de que ellos estuviesen así de cercanos últimamente, no, no estaba celoso, porque si el estuviese seria una prueba de que él sentía algo extraño por Italia y no era así, a él no le gustaban los hombres…lo único de lo que se le hacía sentir incomodo era que su hermano le estaba quitando a un valioso amigo…además, Italia parecía muy feliz, no había dado ni un solo signo de que le había ignorado por una broma o por despecho, su sospecha mas bizarra estaba confirmada…Italia le había olvidado, ¿Era entonces un fantasma para él? ¿Qué paso exactamente? No estaba seguro de nada, esto lo atormentaba su pobre corazón no podía con tantas cosas a la vez…todo había pasado demasiado rápido.

La guerra, el hecho de que casi haya muerto, haber regresado junto a Italia, aquellos maravillosos días donde todo parecía perfecto, el saber que Italia era un niño como el…un sentimiento de vacio…y ahora, ¿el era un fantasma?

¿Pero por que le preocupaba? Si de todas formas el ya no quería a Italia, ya no le amaba por que era un hombre…se supone que debería estar feliz…pero ¿por que no era así?

Ya no sabía nada

Sus pies estaban punto de llevarle lejos de aquel lugar, estaba a punto de dejarlo todo, de darse por vencido…entonces sus oídos pudieron detectar unas palabras…casi susurros que provenían de aquella habitación, sus ojos se abrieron de par en par, su respiración paro de golpe, sentía como le robaban el alma ¿Por qué?

Sus piernas temblaron, mas aun así solo impulsadas por el miedo, el joven corrió hacia un refugio, cualquier lugar estaría bien.

-Aniki, ¿Por qué?-

-Austria-san.-

La muchacha entro por la puerta de la oficina y miro preocupada al hombre atrás del escritorio, este le volteo a ver con expresión tranquila, pidiendo con la mirada que le explicara la repentina interrupción.

-Yo, quería hablar con usted…- Elizabetha jugaba nerviosa con el dobladillo de su mandil.

-Bien te escucho.-

-Es sobre Ita-chan…ah estado muy, raro…se la pasa encerrado en su habitación y no le abre a nadie, comenzó a usar el pestillo de la puerta también; ya no le eh visto salir a pintar a los jardines, se lleva su comida a su habitación, ya no habla casi conmigo…-Dio un leve suspiro y dio una bocanada de aire, para darse fuerzas de seguir hablando.- También, ya no le habla al Sacro Imperio Romano…pero, no es como si le evadiera, es algo diferente, estoy preocupada…además el, también ah estado acechando de nuevo a Italia…pero no como antes…ahora pereciera que le esta espiando.

-Tranquila Elizabeth, es solo la adolescencia, no hay nada de lo que preocuparse, todo esto normal.- Con esta frase regreso a su trabajo dando la conversación por terminada. La húngara frunció el ceño, no le había convencido tanto eso, pero ya no podía hacer mas nada si Austria-san no le quería escuchar.


Sus pasos le habían llevado lo más lejos que pudo, hasta lo más profundo del bosque que rodeaba su casa, el frio era insoportable pero ya no le importaba, algo dentro del rubio había hecho boom y sentía como su cabeza daba vueltas de haber corrido tanto…pero también era efecto del shock emocional que acababa de recibir.

No quería aquello, se arrepentía de todas las cosas crueles que le dijo a Italia en ese momento, se arrepiente completamente de haberle abandonado de aquella forma.

Ahora se encontraba recargado en uno de esos muchos árboles que adornaban todo su alrededor. Su cruel mente le hizo recordar lo que escucho hacia hace unos momentos.

-Flash Back-

-Nee, eh estado pensando…-Comenzó el prusiano acariciando al pollito que Italia sostenía.-Yo ya estoy casi curado…y yo no podre estar aquí para siempre…así que…Italia…me gustaría que nos fuéramos juntos de aquí.

Este dejo a un lado al pollito y abrazo al pequeño niño junto a él; depositando un leve beso en su frente. Envolviéndole con sus brazos, el menor respondió el gesto y recargo plácidamente su cabeza en el pecho contrario con una sonrisa completa en los labios.

-Claro, llévame contigo.-

-No lo permitiré, Italia.-

 

CONTINUARA

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